Luego nos sorprende que los aviones lleguen con retraso… Dos pilotos de la Northwest Airlaines, una de las principales compañías aéreas de los Estados Unidos, que volaban entre San Diego (California) y Minneapolis (Minnesota) se enfrascaron a bordo en una discusión laboral y, mire usted por donde, se olvidaron de aterrizar cuando llegó el momento de descender al aeropuerto de destino. El ordenador de abordo no se implicó en la discusión y siguió adelante dispuesto a agotar el combustible y, entonces sí, a forzar el descenso por la vía más rápida y expeditiva. Los 144 pasajeros y tres auxiliares de vuelo se ve que tampoco se percataron de que estaban pasando de largo porque ninguno protestó ni preguntó, todo ante la alarma, esa sí, de los controladores de vuelo que sospechaban consternados que los pilotos roncaban a pierna suelta y se desgañitaban sin éxito a través de la radio para despertarles. El avión, permaneció más de una hora fuera de control y, en su recorrido loco, se pasó no dos pueblos ni tres telediarios sino 240 kilómetros. Afortunadamente no era el sueño, el gran enemigo de la seguridad aérea, lo que había propiciado el despiste; era la preocupación por el convenio colectivo lo que estuvo a punto de causar una tragedia. Los dos pilotos con más vocación sindical que preocupación por la seguridad del pasaje, no tienen argumentos para justificar su… llamémosle, distracción.
Los pasajeros, habitualmente pacíficos, no les agredieron ni física ni verbalmente al bajar por la escalerilla del aparato. Se ve que estaban deseando perderles de vista. Pero la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB), que en los EEUU manda mucho, sí ha tomado cartas en el asunto: está investigando lo ocurrido y mientras tanto ha dejado a la pareja de irresponsables en sus casas a la espera de que, por lo menos, se les retire la licencia para seguir volando. Y es que, las discusiones laborales, en suelo firme, ¡qué coño!
