El descuento fiscal que se anticipa será para los poderosos, que para algo lo son, y para algo tienen la sartén por el mango y la voluntad de no soltarla. El Gobierno, hay quien dice que tiritando a la vista de los resultados de las europeas, ha anunciado medidas urgentes para reactivar la economía. Ya era hora, después de tantos años de recortes, despidos y demás males como ha venido prodigando. Son medidas timoratas, como procede, quizás pensadas para que no se enfaden mucho por el desacato Angela Merkel y Cristina Lagarde, las dos señoras que mandan sobre un Gabinete con tics machistas como los de Arias Cañete. Pero ese es otro asunto.
Hoy hay que celebrar, y lo celebramos con el mismo comedimiento, que se haga algo – quizás haya que agradecérselo a los que votaron a Podemos, si es así que Dios se lo pague – para detener este avance en el retroceso en el que estamos metidos y que tanto suele. Una de las medidas, quizás la más importante, es la reducción en cinco puntos de la carga fiscal a las empresas. Ojo, a las grandes empresas quiero decir, porque para las pequeñas, los sufridos autónomos y los particulares, ni agua.
Mientras tanto, los de a pie, es decir, los de siempre, seguiremos apoquinando IVA, IRPF, etcétera, y hundiéndonos hasta las cejas en los números rojos. El descuento que se anticipa será para los poderosos, que para algo lo son, y para algo tienen la sartén por el mango y la voluntad de no soltarla. Las elecciones del 25 de mayo parece, dicen, se rumorea, que han asustado en Génova, y visto los datos, no es para menos, pero no tanto como darle una vuelta a la cosa y empezar a orientar las decisiones del Consejo de Ministros hacia los que no tienen casi nada que son los más, dicho sea de camino. Bastante parece que harán en La Moncloa renunciando a obligar a Caritas y demás instituciones de caridad a cerrar los comedores sociales.