‘El País’ olvida viejas alianzas y abre fuego contra Rato

Detrás de la cortina

‘El País’ olvida viejas alianzas y abre fuego contra Rato

La llegada de Antonio Caño a la dirección del periódico parece marcar un cambio en la actitud de este medio hacia el ex ministro de Economía. Muchos lectores de ‘El País’ se habrán preguntado este domingo si la llegada de Antonio Caño a la dirección, en sustitución de Javier Moreno, habrá supuesto que el exministro de Economía Rodrigo Rato pierda el ‘favor’ del periódico. Y, desde luego, aparentemente eso es algo que podría haber pasado.

Rato y el actual ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, eran hasta ahora dos altos cargos del PP con los que este periódico, reputado de cercanía al PSOE, había tenido históricamente una relación que, en muchos ambientes profesionales se calificaba como ‘especial’.

Pero, tal vez, como algunos ya vieron venir desde hace tiempo, en esta nueva época, marcada por las dificultades económicas, el buque insignia de Prisa haya ‘reorganizado’ sus preferencias. Al menos en lo que se refiere a los líderes populares a quienes hay que tratar mejor.

¿Una conclusión precipitada? Quizá. Pero los comentarios se han disparado, porque cuando Caño lleva poco más de una semana en su nuevo despacho, ‘El País’ ha publicado, y otorgado honores de tema de portada, un curioso artículo en el que se explica que fue la presión internacional la que obligó a Rajoy a ‘rescatar’ Bankia y ‘desalojar’ a Rodrigo Rato de la presidencia.

Es curioso porque se trata de un trabajo periodístico en el que, en la práctica, no hay ninguna información realmente nueva. Se rescatan aquí historias ya conocidas, y hasta publicadas, para sostener la idea que se defiende.

La principal aportación es dar un mayor protagonismo en el proceso a Washington basado en evanescentes llamadas que miembros de la Administración Obama habrían hecho al Gobierno, en aquellos días fatídicos.

Como si Bruselas, Berlín y otras tantas capitales de todos conocidas no hubieran tenido nada que ver. O como si el rescate bancario, y la pérdida de soberanía derivada de él, fueran algo ajeno a las decisiones tomadas por Mariano Rajoy.

Eso sí, también se deja muy claro, y de distintas maneras, que fueron los ‘errores’ de Rodrigo Rato los que provocaron ese indeseado final de su aventura en Bankia, porque se le atribuyen al exdirector gerente del FMI, las dos decisiones claves en la aceleración de la hecatombe: la fusión de Caja Madrid con Bancaja y otras cinco cajas de menor tamaño y la salida a Bolsa. Y se explica directamente que ambos movimientos hicieron imposible hallar una salida distinta del rescate a esta entidad financiera devastada.

Pero, a la vez, que se hace esto, se le ‘salva’ también la cara a Mariano Rajoy, lo que inevitablemente, y a velocidad de vértigo, ha consolidado la versión de las lenguas más viperinas, y no siempre bien documentadas, de los ambientes financieros madrileños que insisten en que ‘El País’ tiene una ‘suerte’ de pacto con el presidente del Gobierno.

Así, en este artículo hay una parte de aquel pasado que se rememora sobre la que se extiende un auténtico manto de silencio. No hay ninguna referencia a la manera en la que Rato llegó a la presidencia de Caja Madrid, ni al hecho de que fue el propio Rajoy, entonces presidente del PP, quien impuso al exministro de Economía en el cargo, contra el criterio de líderes tan relevantes de su partido como la entonces todopoderosa Esperanza Aguirre.

¿Recuerdan? Rajoy no estaba en su mejor momento y el regreso, sorprendente y aún sin explicar, de Rato a España tras dejar abruptamente su puesto como director gerente del FMI, le había convertido en una amenaza permanente para su liderazgo, después de haber perdido dos veces las elecciones contra José Luis Rodríguez Zapatero.

Al colocarle al frente de la entidad financiera, se lo habría quitado de encima. O esa fue una de las versiones que circularon entonces. Y, además, habría adoptado una solución salomónica para terminar con la guerra abierta que mantenían las dos facciones del PP madrileño, encabezadas por Aguirre, y Gallardón, por hacerse con el control de la caja.

Se dijo que Gallardón apoyaba a Miguel Blesa, entonces presidente, que estaba en una campaña ‘suicida’ para mantener el cargo. Una estrategia que, según algunos observadores, hizo que su gestión de la entidad financiera fuese aún más desastrosa al multiplicar los favores a posibles aliados.

Mientras, Aguirre y los suyos intentaban tumbarle como fuera y apostaban por entregarle la entidad a Ignacio González, ahora presidente de la Comunidad de Madrid, puesto que casi habría sido un puesto de consolación para él, tras haberse quedado sin el sillón que de verdad quería.

A lo mejor ahora González, e incluso Blesa, se alegran de que el desenlace fuera el que fue. Y si lo hacen, tendrán muy claro a quién le deben el favor. A Mariano Rajoy, por supuesto, al hombre que, por mucho que ‘El País’ se olvide del asunto, fue el responsable de que Rodrigo Rato acabara al frente de Bankia.

Aunque sería injusto terminar esta pieza sin volver a manifestar la más sincera admiración de quién esto escribe hacia José Luis Olivas, quien fuera el presidente de Bancaja y ha demostrado ser también un excepcional especialista en no pisar jamás un charco.

La situación de esta entidad valenciana, que tuvo también un peso más que decisivo en la catástrofe de Bankia, por si misma y por el ‘fiasco’ del Banco de Valencia, parece, sin embargo, no haber influido en el asunto. Y, por supuesto Olivas, de quien hoy tampoco habla ‘El País’, tampoco.

En fin, que todos estos juegos de alta política, que dan para una serie de ficción al estilo de ‘House of Cards’, por ejemplo, estarían muy bien para nutrir conversaciones de bar, si no fuera por que hay muchos damnificados aquí. Por supuesto, los preferentistas y los inversores minoristas que compraron acciones de Bankia.

Pero también todos los contribuyentes, o sea todos los ciudadanos, a quienes el invento les ha costado ya más de un 10% del PIB, les ha supuesto recortes en derechos sociales, educación y sanidad, y haya puesto en cuestión el futuro de sus pensiones, por culpa de una deuda creciente que compromete a varias generaciones y que, no conviene olvidarlo, en su origen era deuda privada. No pública.

Tranquiliza, sin embargo, saber, gracias a ‘El País’ que tenemos un presidente del Gobierno inocente de todo esto. Ni puso a Rato en Caja Madrid ni le quitó de Bankia. Lo primero no lo hizo nadie y de lo segundo tuvo la culpa Obama. Vamos que fueron los ‘marines’, los que le obligaron a llevar a cabo el rescate bancario. Ya saben, si quieren reclamar dirijan sus iras hacia La Casa Blanca.

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