Día del trabajador

Feliz ironía

Rafael Martínez-Simancas, periodista y escritor

Trabajador, hoy, es un término en extinción que queda grande en boca de los sindicatos y de la patronal; el día del superviviente haría mayor justicia al 1 de mayo. Establecer una fiesta de algo que escasea es una ironía que hemos arrastrado desde hace excesivo tiempo. Y convertir en feliz día a los discursos de Toxo y Méndez es una exageración, por lo tanto el 1 de mayo debería ser el día de los que buscan trabajo y menos el de las palabras con tono mitinero. Sólo entendería que Toxo y Méndez dejaran el atril para bailar juntos la danza del empleo, y si les funciona que repitieran cada mes.

Trabajador, hoy, es un término en extinción que queda grande en boca de los sindicatos y de la patronal; el día del superviviente haría mayor justicia al 1 de mayo al que en Madrid sigue el día de la Comunidad y si hace bueno se queda un puente magnífico gracias a Napoleón que vino a lucir uniformes de mamelucos y allí estaba Goya para contarlo.

Trabajo divino tesoro al que los nuevos tiempos le han puesto adjetivos perversos: mini jobs, contratos a tiempo parcial, empleos de formación, y finalmente la cola para entrar en Alemania. Nada es para siempre y cada vez se empeñan en reducir el siempre en poco. Lo mejor de este jueves en Madrid es una vuelta por El Prado y acabar con unas cañas en El Brillante de Atocha donde hacen los bocatas de calamares más ricos del mundo, sin exagerar. Es un día para lucir condición de ciudadano y salir a la calle a ver el ambiente, también para soñar con trabajo estable y con un lugar en el que los datos de empleo no se arrojen como piedras contra el otro.

Lo demás es megafonía chillona, discurso añejo, y para recordar el XIX es mejor ver el 2 de mayo a soldados franceses que desfilan ante la Puerta del Sol que vio nacer a los primeros indignados en 1808.

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