La burbuja del cerdo

Sector porcino

La burbuja del cerdo

La burbuja del cerdo ibérico, que hace seis años sacrificó más de cuatro millones de cochinos y vendió más de dieciséis millones de jamones y paletillas, ha estallado. La crisis sacude en todas las direcciones: tenemos más paro, menos dinero y las burbujas financieras que durante unos años nos hicieron creer ricos no paran de desinflarse. La economía nacional parece hundirse en el desenlace de un ejercicio de magia. Empezó a derrumbarse el mercado inmobiliario, nos sobran pisos pero escasean los puentes para cobijar a tantos desheredados, y ya no queda sector con cabeza que resista a la Merkel, a la Troika, al Montoro y al cobrador del frac que es el único que conserva el empleo.

Ahora le toca el turno de infortunios al aire al sector porcino, que después de darnos tantas alegrías a los adictos al pata negra, al Guijuelo o al de Teruel, es decir, a todos los que conservamos buen paladar, ahora resulta que se está ahogado, con los guardias amenazando con ejecutar embargos, y criadores de cerdos y secadores de jamón preparándose para declarar concurso de acreedores. La burbuja del cerdo ibérico, que hace seis años sacrificó más de cuatro millones de cochinos y vendió más de dieciséis millones de jamones y paletillas, ha estallado.

Este año pasado las cifras de los años de oro se dividieron por dos, los precios han caído en picado y las dehesas se han quedado despobladas. Criar cerdos además de sacrificar las pituitarias ya no es buen negocio. Los animales siguen tan campantes, claro, aún no se han enterado de la buena nueva de que en el matadero muchos no son bienvenidos, pero sus propietarios cada vez los miran con mayor desprecio, como quien dice ya nadie os quiere. El jamón no es lo que era; a la gente sigue gustándole con locura, pero pocos pueden pagarlo.

A este país nuestro no hay quien lo entienda. Elijan ustedes un Gobierno de derechas, prometedor de gustos capitalistas, para que luego haya que limitar la producción de jamón sólo por la incongruencia de que casi nadie lo puede llevar a la mesa. Mucha recuperación económica, que asegura Guindos, pero aquí cada vez tenemos más vedados los placeres de la carne, unos porque no los dejó vetados Rouco, otros porque los prohíbe Gallardón y el jamón, porque la burbuja desahucio a los cerdos.

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