Madrid: coto de caza mayor

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Madrid: coto de caza mayor

Madrid, que tanto presumía antes de ser un apeadero en el viaje al cielo, se ha convertido en un coto de caza mayor con las miras puestas en los automovilistas. Mal, muy mal van a poder disfrutar de “a relaxing cup of café con leche” en la plaza Mayor de Madrid los conductores locales o foráneos que caigan en tan municipal oferta. Si tienen el coche en un aparcamiento de la zona, que se preparen la cartera; si lo tienen en zona verde, o incluso azul, que no le quiten la vista al reloj, y si lo tienen estacionado por libre en algún resquicio de las calles adyacentes, que se den por multados. Porque, guardias no hay más que antes, si acaso lo contrario dado el afán que existe por enviar trabajadores al INEM, pero servicios telemáticos y de cualquier otra índole mecánica listos para incrementar los ingresos municipales por la vía de las sanciones sí que doña Ana Botella está potenciando con el mismo desparpajo con que intenta chapurrear inglés . Lo último de lo último será la grúa exprés, el gran invento de la alcaldesa para que no podamos estar tranquilos ni un minuto.El último de momento, porque en el palacio de Cibeles, suntuosidad endeudada que habrá que pagar entre todos, los cerebros pensantes del séquito de doña Ana, no descansan buscando la manera de descargarnos el monedero después de haber dejado exhaustas ya nuestras carteras. Mientras tanto, los radares móviles seguirán señalándonos el camino hacia la ventanilla de los bancos a donde tendremos que acudir a pagar las multas. Madrid, que tanto presumía antes de ser un apeadero en el viaje al cielo, se ha convertido en un coto de caza mayor ahora con las miras puestas en los automovilistas. La capital de las multas, ha empezado a apodarla algún que otro castizo, aunque mejor diríamos que se trata de la ciudad de los recaudadores más voraces que Ruiz Gallardón ha dejado por herencia. Aquí cada vez se gana menos pero a cambio cada vez se tributa más. Cualquier día pondrán un impuesto por pisar las aceras, como si lo viéremos. Quien no se consuela es porque no quiere.

Madrid, que tanto presumía antes de ser un apeadero en el viaje al cielo, se ha convertido en un coto de caza mayor con las miras puestas en los automovilistas. Mal, muy mal van a poder disfrutar de “a relaxing cup of café con leche” en la plaza Mayor de Madrid los conductores locales o foráneos que caigan en tan municipal oferta. Si tienen el coche en un aparcamiento de la zona, que se preparen la cartera; si lo tienen en zona verde, o incluso azul, que no le quiten la vista al reloj, y si lo tienen estacionado por libre en algún resquicio de las calles adyacentes, que se den por multados.

Porque, guardias no hay más que antes, si acaso lo contrario dado el afán que existe por enviar trabajadores al INEM, pero servicios telemáticos y de cualquier otra índole mecánica listos para incrementar los ingresos municipales por la vía de las sanciones sí que doña Ana Botella está potenciando con el mismo desparpajo con que intenta chapurrear inglés . Lo último de lo último será la grúa exprés, el gran invento de la alcaldesa para que no podamos estar tranquilos ni un minuto.

El último de momento, porque en el palacio de Cibeles, suntuosidad endeudada que habrá que pagar entre todos, los cerebros pensantes del séquito de doña Ana, no descansan buscando la manera de descargarnos el monedero después de haber dejado exhaustas ya nuestras carteras. Mientras tanto, los radares móviles seguirán señalándonos el camino hacia la ventanilla de los bancos a donde tendremos que acudir a pagar las multas.

Madrid, que tanto presumía antes de ser un apeadero en el viaje al cielo, se ha convertido en un coto de caza mayor ahora con las miras puestas en los automovilistas. La capital de las multas, ha empezado a apodarla algún que otro castizo, aunque mejor diríamos que se trata de la ciudad de los recaudadores más voraces que Ruiz Gallardón ha dejado por herencia. Aquí cada vez se gana menos pero a cambio cada vez se tributa más. Cualquier día pondrán un impuesto por pisar las aceras, como si lo viéremos. Quien no se consuela es porque no quiere.

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