Berlusconi al baúl de los recuerdos

Italia

Berlusconi al baúl de los recuerdos

Diego Carcedo, periodista

Por si en Italia hubiese ya pocos partidos, Angelino Alfano crea el suyo y deja a su jefe con las posaderas al aire al borde de la cárcel. Las últimas noticias que llegan de Roma, donde la estela iconoclasta del papa Francisco lo eclipsa todo últimamente, aseguran que el partido de Silvio Berlusconi, que muchos italianos votaban con reincidencia suicida, se está yendo al carajo. El delfín del Cavaliere Angelino Alfano se intuye que ya no le ve futuro al engendro de su jefe histórico, se pasó al Gobierno de Letta, líder que apunta maneras, y se prepara para escindirse con algunos de los suyos del llamado Pueblo de la Libertad y crear su propia formación política.

Por si en Italia hubiese ya pocos partidos, él crea el suyo y deja a su jefe con las posaderas al aire al borde de la cárcel. Bueno, peores noticias políticas hemos conocido. Las quiebras de los partidos, sobre todo cuando se producen como consecuencia de deserciones inspiradas en ansias de poder, nunca son buenas para una democracia. Pero que ocurra en el entramado populista y clientelista de un personaje tan siniestro y esperpéntico como Berlusconi, no puede ser radicalmente malo. Tal vez lo contrario.

Para empezar, el Pueblo de la Libertad políticamente hablando no aportaba algo digno de tenerse en cuenta ni era nada más allá del seguidismo que los millones y los modos sonrojantes de su líder propiciaban. No deja herencia alguna que merezca ser recogida en ningún tratado ni en ninguna tesis que no sea la del estigma de la corrupción y la gobernación puesta a su servicio. Berlusconi es listo y otras muchas cosas menos intelectual y modelo de dignidad.

Tampoco Alfano había ofrecido hasta ahora una imagen adornada de virtudes si se excluye la de su versatilidad paralela a la de su oportunismo e incoherencia. Los italianos, tan admirables por tantas cosas buenas, no es en seriedad política en lo que más destacan como han venido demostrando las mayorías a lo largo de la era berlusconiana. Sus políticos son dialécticamente finos y como captadores de votos, excepcionales; pero serios, algunos desde luego que sí, pero la mayor parte, con reparos.

Que Berlusconi vaya pasando con pena y sin gloria al baúl de los recuerdos, donde debería estar encerrado hace mucho, será estupendo para la suerte de una sociedad tan alegre y divertida que está pagando lo que propició aunque no sea menos cierto que se merece aprender de sus errores y empezar a disfrutar lo mejor de una sociedad predestinada a algo más que divagar cual manada borreguil en torno a un mal imitador de payaso.

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