Al preguntarle a mi jefe su opinión sobre el último movimiento efectuado por la Fiscalía catalana al solicitar la imputación de Narcís Serra y todo el consejo de Catalunya Caixa de 2010 por haber aprobado subidas de sueldo para todos los directivos, mientras la entidad se arruinaba, quien me paga ha respirado hondo y antes de entrar en faena me ha recordado el dinero de todos que ha habido que invertir para rescatar las cajas y el hecho de que hasta ahora nadie sea responsable de nada de lo que paso. Ni tampoco de su repercusión social que no es otra que ese dinero que ahora se recorta de las pensiones, la educación y la sanidad y nos perjudica a todos.
Dicho esto, le parece curioso que haya pasado tanto tiempo entre la ‘intervención’ de la caja catalana y este movimiento del Ministerio Público, del que se alegra en cualquier caso. Un movimiento que quizá sólo se haya dado ahora que hay un nuevo Fiscal General, muy cercano a Gallardón, y que sirve para ‘emplumar’ a quien fuera vicepresidente del Gobierno con Felipe González y abrir una especie de causa general contra la burguesía catalana, en plena efervescencia independentista.
Pero sea como sea, mi jefe insiste en que hay alegrarse y dice también que lo mismo no estaría mal que aquí en Madrid, los representantes del Ministerio Público se fijasen un poco en lo que hacen sus colegas de Cataluña y empezaran a trabajar en serio en la búsqueda de responsabilidades sobre Bankia, ese engendro que sumó a Caja Madrid y Bancaja y otros cinco satélites y que ya se ha ‘comido’ casi un 3% del PIB español. Por cierto que por estos lares también hay algún ex vicepresidente del Gobierno a ‘tiro’.
Y, curiosamente, lo que sucede es justo lo contrario de lo que ha pasado en Cataluña. La Fiscalía esta de ‘oyente’ y, a veces, hasta de abogada de defensora de algún que otro implicado en la catástrofe.
Hasta el punto de que el único que ha ‘pagado’ por ahora el pato es un juez que, casi como el Llanero Solitario, se había puesto a la tarea de intentar hacer su trabajo a favor de la sociedad. Y lo que se encontró fue, sorprendentemente, a un Ministerio Público que se le ponía en contra.
