La chistera de Draghi

Detrás de la cortina

La chistera de Draghi

Parece que Mario Draghi, el mago de guardia en el Banco Central Europeo (BCE), ha mostrado cierta preocupación por las dificultades a las que se enfrentan las pómez europeas para financiarse y ha puesto su chistera a funcionar en la dirección correcta. Pero quizá no sea así. Esto tiene truco, como todo espectáculo de ilusionismo que se precie.

Nada mejor para animar a los bancos europeos a que se decidan a dar créditos al tejido empresarial más cercano a la ciudadanía que facilitarles el camino para que titulicen esos préstamos, repartan el riesgo en productos derivados, con sus tramos correspondientes y, después, pasen todas esas emisiones por la ventanilla de un BCE que las aceptará como colateral sin hacer demasiadas preguntas y cambiará esos papelitos por dinero contante y sonante.

Y eso es lo que ha hecho Draghi está semana. O más o menos. Al ampliar la base de los activos que se aceptan como aval en las operaciones de descuento y rebajar las exigencias de calidad. Lo malo es que en la reordenación de esta cartera, una vez más, España ha salido perjudicada, porque las cédulas hipotecarias retenidas, las ‘suprime’ de nuestro sistema financiero, ha sufrido un severo recorte de valor, cuyo efecto negativo va a atenuar lo positivo que podría haberse derivado de la disposición anterior.

De modo que el mago actúa en la misma línea selectiva que lo vienen haciendo los componentes de esos evanescentes mercados financieros y que es posible, que las actuales diferencias en el coste de la financiación entre una pyme española y una alemana, por ejemplo, se amplíen en lugar de reducirse. Así que, en algunos aspectos, este supuesto plan para propiciar que aumente el flujo de crédito hacia el sistema productivo como fórmula para aumentar la creación de empleo, quizá no funcione en absoluto.

Y, tal vez por eso, haya sido inevitable la aparición de algunas interpretaciones malintencionadas sobre este nuevo truco con el que Mario Draghi podría querer crear una impresión visual que distraiga la atención de su público, mientras, en realidad, él se dedica a otra cosa. A ampliar las posibilidades de negocio seguro de las entidades financieras privadas gracias al dinero público que el BCE pone a su disposición.

Pero, probablemente, estas especulaciones no sean más que las habituales cantinelas de esos nuevos economistas de la pseudoizquierda contemporánea que se arriman ahora al sol naciente de las nuevos movimientos sociales de protesta para ganar visibilidad. Y, por lo tanto, lo que nos espera es una, quizá lenta, pero perceptible apertura paulatina de los grifos del crédito que harán posible el resurgimiento de la creación de empleo. Crucemos los dedos para que sea así.

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