Temblores en Génova

Cuentan los periodistas y vecinos bien informados que en la madrileña calle Génova, donde resalta el edificio acristalado del PP, tiemblan estos días hasta los conserjes. Luis Bárcenas, el ex tesorero de los milagros presupuestarios del partido, los millones en sus cuentas privadas de Suiza y las peinetas, ha ingresado en prisión sin posibilidad de recuperar la libertad previo pago de una fianza. Entre sus sobrecogidos superiores y compañeros de elite militante ha estallado el lógico y contenido temor a que cante, como amenaza.

El cántico de Bárcenas es esperado por unos con mayor ansiedad que el de Bruce Springsteen por sus fans y con más miedo por los beneficiados con sus sobres, bien acolchados con billetes de curso legal, que el que está empezando a estremecer en la Curia romana a los prelados, monseñores y reverendos encargados de manejar las finanzas del IOR, bien llamado Banco del Vaticano, después de comprobar que las amenazas de poner pies en pared del papa Francisco van en serio.

Los “populares”, con varios dirigentes imputados en chanchullos diversos, viven sin vivir en sí viendo cómo el temporal de la corrupción les sigue azotando y el raudal de acusaciones ya les amenaza con llegarles al cuello. Rondan por ahí los múltiples procesos al ex ministro y ex presidente balear Matas, todo el alud de fechorías en la Comunidad valenciana, lo mismo en Castellón que en Alicante, y por supuesto en la propia ciudad capital donde las imputaciones no están dejando a dirigente sin cabeza libre de sospecha.

Sin olvidar, claro, a lo que aún puede dar de sí el proceso abierto en torno a la red Gürtel, cuando vayan llegando las respuestas extranjeras a las rogatorias pedidas para aclarar los depósitos de patriotas que han depositado allí sus ahorrillos, a menudo mal ganados, para evitar verse afectados por la política fiscal implantada por el señor Montoro, el rey de los impuestos, con la aquiescencia de Mariano Rajoy, el rey de las promesas incumplidas. Pero, todo esto empieza a parecer pecata minuta ante el temor expectante a que Bárcenas empieza a rajar.

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