A ver quien lo entiende

Opinión

A ver quien lo entiende

Hace tiempo que no entiendo nada pero ya he descubierto que eso tiene una gran ventaja especialmente en los tiempos que corren, y es que nada me sorprende. Ni siquiera lo que está pasando en la Agencia Tributaria con el embrollo de la venta de las fincas falsamente atribuido a la infanta Cristina ni, lo más inexplicable aún, que todavía nadie haya presentado la dimisión por semejante cúmulo de errores, treinta y siete si prestamos atención, cosa difícil todo hay que decirlo, a los argumentos del ministro de Hacienda.El propio Cristóbal Montoro – qué cruz, oye -- nos ha asegurado hace unos días desde la nebulosa de su limitada facundia que la maldita crisis que tanto nos lleva angustiando ya está dando las boqueadas y que en el trimestre que viene, o sea en un suspiro, todo volverá a ser jauja. Mientras tanto, la prima de riesgo vuelve por sus vuelos; el Ibex pega un bajón de Dios te ampare que deja la bolsa en mínimos; los sabios encargados de dictaminar la suerte de las pensiones proponen bajarlas y el FMI, de tantas desgracias ajenas, receta despedir más barato y reducir salarios.Así de simple y preciso. Todo parece muy claro y si me fío de la lógica de estas realidades, el análisis urgente que se impone es sencillo y, eso también, tirando a estremecedor: las cosas mejorarán, desde luego, como augura el ministro aunque, con todos estos indicios y perspectivas a la vista, lo más lógico es que lo hagan de modo y manera que la suerte de los ciudadanos siga empeorando. Es lo que solemos, por otra parte, así que, ya digo, no hay motivo alguno para extrañarse, quizás, eso sí, rezar algo pidiendo a quien pueda hacer algo por nosotros que nos quedemos como estamos.

Hace tiempo que no entiendo nada pero ya he descubierto que eso tiene una gran ventaja especialmente en los tiempos que corren, y es que nada me sorprende. Ni siquiera lo que está pasando en la Agencia Tributaria con el embrollo de la venta de las fincas falsamente atribuido a la infanta Cristina ni, lo más inexplicable aún, que todavía nadie haya presentado la dimisión por semejante cúmulo de errores, treinta y siete si prestamos atención, cosa difícil todo hay que decirlo, a los argumentos del ministro de Hacienda.

El propio Cristóbal Montoro – qué cruz, oye — nos ha asegurado hace unos días desde la nebulosa de su limitada facundia que la maldita crisis que tanto nos lleva angustiando ya está dando las boqueadas y que en el trimestre que viene, o sea en un suspiro, todo volverá a ser jauja. Mientras tanto, la prima de riesgo vuelve por sus vuelos; el Ibex pega un bajón de Dios te ampare que deja la bolsa en mínimos; los sabios encargados de dictaminar la suerte de las pensiones proponen bajarlas y el FMI, de tantas desgracias ajenas, receta despedir más barato y reducir salarios.

Así de simple y preciso. Todo parece muy claro y si me fío de la lógica de estas realidades, el análisis urgente que se impone es sencillo y, eso también, tirando a estremecedor: las cosas mejorarán, desde luego, como augura el ministro aunque, con todos estos indicios y perspectivas a la vista, lo más lógico es que lo hagan de modo y manera que la suerte de los ciudadanos siga empeorando. Es lo que solemos, por otra parte, así que, ya digo, no hay motivo alguno para extrañarse, quizás, eso sí, rezar algo pidiendo a quien pueda hacer algo por nosotros que nos quedemos como estamos.

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