Diablos sueltos

Opinión

Diablos sueltos

No es verdad que no se estén creando nuevos puestos de trabajo. El Arzobispado de Madrid por ejemplo acaba de anunciar ocho plazas de exorcista. Ignoro cómo estarán retribuidas y qué requisitos serán necesarios para opositar. Investigaré como debo. De momento imagino, sólo imagino, que no será fácil hacerse con una de esas plazas de nueva creación porque además de saber el oficio, eso de expulsar demonios de cuerpos invadidos por el mal no debe de ser fácil ni empeño para débiles o cobardes.

Parece, por lo que he leído hace tiempo, que el diablo cuando se interfiere uno en sus asuntos es pérfido como él sólo. Malo y violento. Se nota por los espasmos que sufren sus víctimas cuando se revuelve dentro y por la espuma que echan por la boca cuando se obliga, hisopo en ristre, a tan incómodo invasor a largarse a otro lugar. Esto, insisto, lo sé porque lo he leído e incluso lo contemplé en alguna película de terror. No tengo más conocimiento.

Lo que me preocupa es que anden por ahí sueltos tantos demonios, tantos diablos con sus cuernos y sus rabos, incordiando al personal y atacando a las personas de fe. Yo creía que desde que los comunistas han dejado de amenazar a España y de querer convertirla en una sucursal de la URSS, el diablo ya no se movía por nuestro territorio. Pero estaba equivocado. Monseñor Rouco Varela, que cada vez manda más sobre nuestros destinos y vigila mejor para que no nos condenemos, alerta del peligro y toma medidas para frenarlo.

Hay demonios disfrazados vaya usted a saber de qué por todas partes, igual en una de estas usted, amigo lector, o yo, que siempre he sido propenso a pecar, alojamos a uno detrás de las costillas. No quiero ni pensarlo, llevar un diablo dentro, con el peligro de que nos perfore el estómago con sus astas, acojona. Menos mal que nuestro arzobispo, que está en todo, empezando por la educación de nuestros hijos, se ha percatado.

Esperemos que ahora la Iglesia madrileña sepa seleccionar bien a su cuadro de exorcistas y que empiecen a trabajar sin demora. Yo les pediría, eso también, que vayan a ejercer sus funciones en el campo, en lugares deshabitados, para que los demonios que suelten al rastrojo, no se acerquen a la gente otra vez. Esas cosas hay que tenerlas en cuenta, porque sólo nos falta que más a más, como diría un catalán, nos liberen a un rebaño de diablos empeñados a hacer de las suyas.

Más información