Hace un año todo el mundo apostaba por su entrada en la cárcel. Hoy tiene la llave para gobernar Italia y sus enemigos no dejan de guiñarle el ojo. Es Silvio Berlusconi, señores. Aquel que comenzó animando micrófono en mano veladas en cruceros y ahora tiene el futuro del euro en sus manos. Caiga mejor o caiga peor, no se puede negar su «capacidad artística», tal y como la ha definido mi jefe.
Porque fíjense: ha destruido al partido -el Partido Democrático- que ganó las elecciones apenas dos meses después de su victoria y ha obligado a los resquicios que quedan de éste (léase Enrico Letta) a ofrecerle un pacto en el que va a tener todas las de ganar. Por otra parte, la canciller Angela Merkel no puede hacer otra cosa que apostar por él cueste lo que cueste. Y Merkel, sabido es por todos, no traga a Berlusconi. Entre otras cosas porque ‘Il Cavaliere’ lleva toda la campaña tildándola de nazi.
Para mi jefe hay varios factores que influyen en la conclusión a la que se ha llegado, dejando de lado esa «capacidad artística» mencionada al principio. Y son: la propia situación de Italia y la coyuntura europea (que ha llevado a esa situación a Italia, por cierto). En fin, que se demuestra una vez más que Berlusconi tiene el imperio empresarial que tiene sin deberle nada, o casi nada, a la suerte.










