La conjura de los necios

Detrás de la cortina

La conjura de los necios

Parafraseando a John Kennedy Toole, quizá habría que describir como una auténtica ‘conjura de los necios’ a esa alianza de políticos europeos, en la que se integran, entre otros, David Cameron, Angela Merkel o Mariano Rajoy, y que patrocina desde hace años una política económica que va arruinar al mundo.

Un planteamiento, basado en la consolidación fiscal, los recortes del gasto público y la demolición del Estado del Bienestar, cuya consecuencia directa es situar extramuros de la sociedad a una buena parte de los ciudadanos. Un grupo al que se empobrece sin remedio, se desprovee de todo recurso y al que se retira para siempre su condición de consumidor, lo que quizá sea peor en este momento de recesiones galopantes.

Los últimos anuncios del premier inglés, dispuesto a profundizar en la línea que ha hundido a la economía británica, demuestran que esa necedad a la que nos referíamos debe ser una característica consustancial a sus asesores. Y mejor pensar eso, que deducir que la aplicación de estos programas responde a una apuesta ideológica evidente por ahondar aún más las diferencias de renta e instalar en el mundo una sociedad dual de ricos y hambrientos, separada por muros y ejércitos privados, y que eliminará todas las conquistas sociales conseguidas por el ser humano desde la Revolución Francesa.

Cameron llegó a Downing Street en mayo de 2010. Y, desde entonces, las cifras de crecimiento registradas por la economía británica se han movido inequívocamente a la baja, tras aplicar una política, muy del gusto de Mariano Rajoy, de recortes que iba a restablecer la confianza de los agentes económicos de su país e iba a devolver al tejido productivo sus brillos anteriores.

El año de su nombramiento, el PIB creció un 1,8%, pero fue un espejismo. Primero porque no todo el mérito era suyo, buena parte de la bondad de esa cifra es atribuible al laborista Gordon Brown que tuvo que lidiar con una caída del 4% en el ejercicio anterior. Y, además porque el año siguiente, en el que debería haberse notado el efecto de sus recortes, el incremento fue de sólo el 0,8%.

Por supuesto que aún podía empeorar y empeoró. El pasado ejercicio, la economía cerró plana, tras haber experimentado una caída del 3% en el último trimestre. Y a la espera de conocer el dato correspondiente a los tres primeros meses de 2013, que se publicará el 25 de abril, todo parece listo para que el país encadenes su tercera recesión de los últimos cinco años.

Pues bien, tales evidencias no resultan suficientes para que Cameron cambie un discurso que le sitúa en la misma monotonalidad en la que están Angela Merkel o el ala derecha del republicanismo de EEUU. Y eso que, ya debería haber dudado de estas recetas, al descubrir que, contra lo que han repetido hasta la saciedad sus consejeros aúlicos, el hecho de tener una moneda propia no ha evitado la durísima contracción económica a la que hace frente Reino Unido.

Sucede que si los estados dejan de financiar los mecanismos de solidaridad intersocial que dan estabilidad a los países y los gobiernos, como acaba de hacer Cameron, demonizan a parte de la población a la que acusa de haberse acostumbrado a ‘vivir de la sopa boba’, tal vez acumulen votos suficientes para mantener el poder, porque quizá haya una parte de los votantes que suscriba este discurso, pero no les servirá de nada. Por un sencillo motivo. En un modelo basado en la sociedad de consumo hacen falta consumidores. Y si lo que se hace es proceder a su destrucción sistemática, el único camino por el que puede transitar la economía, es aquel que lleva directo hacia el abismo.

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