¡Ay, ay, ay, ay, que días nos esperan y qué año! Estoy que no vivo en mí. Primero será la elección del Papa, un nuevo Padre Santo. En el monasterio estamos revolucionadas y alborotadas. Desde que se conoció la renuncia de Benedicto XVI, no hacemos otra cosa que rezar. Nos lo ha dicho la madre superiora: “hijas mías, rezar, rezar y rezar”. Sor Virginia, la díscola de la Congregación, también reza, aunque a su manera. Según dice ella, estamos igual que José Luis Restán, un alto cargo de la COPE, la larga mano de Rouco allí, al que cogió desprevenido la renuncia de “Papa Benedicto” hasta tal punto que no se atrevía a dar la noticia y la COPE, válgame el Señor, fue la última emisora en dar esta noticia. Dice Sor Virginia que Restán, que es de Comunión y Liberación, ha enviado un correo a sus íntimos en el que los pide textualmente que “recéis mucho por mí”. Según la hermana Virginia es “un egoísta, porque en lugar de pedir que recen para que el Espíritu Santo ilumine a los Cardenales, quiere que nuestras oraciones vayan para él”. A mí, sin embargo, me da pena, se ha quedado tan descolocado el pobre.
Yo sí que rezo por los cardenales, sobre todo por Rouco, Sistach y especialmente por Cañizares. Los dos primeros ya son un poco mayores, han pasado de los 75 años y han tenido que presentar su renuncia al Papa, pero a Cañizares le queda todavía carrera por delante, creo que anda por los 68. Yo le conocí cuando era arzobispo de Granada y vino al convento en el que yo estaba. ¡Qué simpático, tan bajito y tan regordete! ¡Qué Dios me perdone, pero nada que ver con Rouco, siempre tan serio y con esa cara de amargado que tiene! ¡Perdóname Señor por estos pensamientos! Dice Sor Virginia que Rouco y Cañizares no se pueden ver y que llevan ya unos cuantos años peleándose para ver quién manda en la Iglesia en España. Ahora manda Rouco, que es arzobispo de Madrid y Presidente de la Conferencia Episcopal. La “sor” dice también que a finales de febrero o principios de marzo del año que viene, durante la plenaria de la Conferencia, habrá que elegir nuevo presidente porque se acaba del mandato de tres años de Rouco y que en los próximos doce meses habrá muchos movimientos y navajazos entre los hermanos en el Episcopado. Dice que sabe de buena tinta que a Rouco, que solo se mueve por el poder, le gustaría continuar de presidente de la CEE, de arzobispo y ser hasta Papa, pero tiene muy difícil los tres puestos, aunque en las cosas de la Iglesia nunca se sabe.
Yo sé que a Cañizares, que ahora es “ministro” en el Vaticano, también le gustaría lo mismo que a Rouco. Voy a rezar para que consiga algo, aunque también le gusta mandar mucho. Se pasa más tiempo aquí que en Roma; por nuestro monasterio viene mucho. Si no sale Papa, su vuelta a España dependerá mucho del nuevo Sumo Pontífice y del tiempo que tarde en aceptarle la renuncia a Rouco, que hace ya más de año y medio que cumplió los 75 y tuvo que presentarla. “Hala, hala, movimiento, movimiento”, dice Sor Virginia, que quiere que cambien a la superiora, con la que no se lleva bien. La hermana dice que no quiso hacerla responsable de las cuentas y eso no lo perdona. Vamos que Sor Virginia, que estudió en la Facultad de Económicas de la Autónoma antes de meterse monja, donde tuvo como profesor a Fernando Giménez Barriocanal, quiere seguir los pasos de este y hacerse con el control del dinero de la Congregación, igual que el otro controla el dinero de la Conferencia Episcopal y también la COPE y 13 Televisión. El pobre tenía aspiraciones de que le nombrasen responsable del dinero del Vaticano, pero Benedicto XVI, en una de sus últimas decisiones, ha elegido a un alemán. Otra vez será, dice sor Virginia que ha dicho Barriocanal. De momento, este se dedica a tener puesta una vela a Rouco, porque todavía está, y otra a Cañizares, por si llega a estar. Cuenta con un gran olfato para oler los cambios, según dice su discípula, y situarse bien. Por cierto, que cada vez va más por Roma, pero sin descuidar sus cortijos de aquí: la CEE, la COPE y su tele. Creo que esta última ha perdido ya un porrón de millones, o eso es al menos lo que dice Sor Virginia. ¿Cuántos millones serán? ¿Lo sabrán los obispos o los habrá contado unas mentirijillas?
