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El cubo de Rubal

Rubalcaba no gobierna pero tiene reflejos lentos como si fuera un ex ministro, con esa debilidad que le lleva a responder tres días tarde se lo van a merendar en la jungla de las chacones y los madinas. Rubalcaba dice que no habla antes porque le gusta la reflexión y tiene que pensarse las cosas, esa lentitud le va a dar un disgusto en el caso de que no lo tenga por lo que pasó en Galicia y en el País Vasco, (de Patxi a Pachi hasta la derrota final), y para colmo de males aparece una dirigente del PSC que pide amparo a Europa porque ella ha escuchado las cadenas de la División Acorazada avanzando por la Diagonal. En realidad Rubalcaba no ha heredado un partido sino un desastre que Zapatero dejó como legado para la posteridad, un juguete roto que necesita de alguien con más nervio.

Si usamos la frase de moda “noestácientificamentedemostrado” podremos darnos cuenta de que no está demostrado científicamente que el PSOE no pueda darse un leñazo mayor a costa de una política miope y de descontento social. El PSOE ha perdido terreno por la izquierda y por el centro, y no es tanto que se lo hayan arrebatado sus rivales sino que ha cedido espacio de manera generosa a quien tuviera la curiosidad de poner un pie en su parcela. Los jóvenes no les votan y el descontento en las calles no lleva el puño y la rosa, ahí se ven otros símbolos y a otros líderes.

Rubalcaba corre el riesgo de acabar pareciéndose a su cuadro pintado al óleo que está en el Ministerio del Interior. Le hace falta en su vida menos sillón tapizado y más darse una vuelta por Ikea y pedir que le corten un tablón en el Leroy Merlin. Es tanta la antigüedad que representa que no extrañaría que dejara propinas con monedas de veinte duros.

Enfrente tiene al hombre tranquilo, a Rajoy, que sin hacer mucho la fortuna le premia. Rajoy inventó la mayoría silenciosa porque él pertenece a ella. Tampoco le hace falta quitarse la chaqueta, el PSOE no es rival que le inquiete. De momento ve la pelea desde los periódicos y se asombra por los golpes que se escuchan.

A Rubalcaba es fácil imaginarlo en la soledad del despacho jugando al cubo de Rubik que ya es el cubo de Rubal, tratando de encajar las piezas de colores sin éxito porque aunque tengas paciencia oriental hay desastres que necesitan milenios para ser remendados. Ahora bien, él cree que estará entonces y podrá gobernar por encima de las momias de Chacón y Madina.

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El cubo de Rubal

Rafael Martínez-Simancas

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