Ni Gobierno, ni oposición

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Ni Gobierno, ni oposición

No está comprobado que los responsables de la política económica europea hayan hecho recientemente un curso de gaita gallega, única disciplina cuyo conocimiento permitiría entender los ditirambos del presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, a la hora de definir una estrategia concreta sobre la forma de realizar la petición de las ayudas.Sólo hay una cosa segura en el caso de este veterano político, para él la ambigüedad no es una estrategia porque forma parte consustancial de su propio personaje. Cierto, que no parece probable que alguien así estimule demasiado la confianza de nuestros futuros prestamistas.Sobre todo tras la acumulación de singularidades y decisiones de claro tinte partidista como aquella de retrasar la presentación de los Presupuestos y el grueso de los recortes hasta después de las elecciones andaluzas que, a pesar de todo, su partido no pudo aprovechar para llegar al Gobierno de esta comunidad autónoma.Hasta aquí, habrá quien pueda decir que no hay nada nuevo bajo el sol porque Rajoy sigue esta misma trayectoria desde que llegó a La Moncloa, pero lo curioso es que en caso como este, el principal partido de la oposición, el PSOE, tampoco tenga un discurso claro y contundente.Quizá porque el pecado original de su actual líder, Alfredo Pérez Rubalcaba, sea haber estado en el Gobierno de Zapatero, el lugar en el que todo empezó. De ahí, la difícil posición de unos socialistas que también parecen forzados a teñir de ambigüedad todos sus mensajes.Ninguna estas dos circunstancias, además, parece susceptible de experimentar cambios en el corto plazo, pero, mientras las dudas del principal dirigente del país afectan por igual a todos los ciudadanos que tienen que sufrir las consecuencias, los problemas del PSOE son un asunto exclusivo de sus militantes. Y todo apunta a que la solución pasa por un congreso del partido en el que por fin aparezca ‘ropa limpia’.

No está comprobado que los responsables de la política económica europea hayan hecho recientemente un curso de gaita gallega, única disciplina cuyo conocimiento permitiría entender los ditirambos del presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, a la hora de definir una estrategia concreta sobre la forma de realizar la petición de las ayudas.

Sólo hay una cosa segura en el caso de este veterano político, para él la ambigüedad no es una estrategia porque forma parte consustancial de su propio personaje. Cierto, que no parece probable que alguien así estimule demasiado la confianza de nuestros futuros prestamistas.

Sobre todo tras la acumulación de singularidades y decisiones de claro tinte partidista como aquella de retrasar la presentación de los Presupuestos y el grueso de los recortes hasta después de las elecciones andaluzas que, a pesar de todo, su partido no pudo aprovechar para llegar al Gobierno de esta comunidad autónoma.

Hasta aquí, habrá quien pueda decir que no hay nada nuevo bajo el sol porque Rajoy sigue esta misma trayectoria desde que llegó a La Moncloa, pero lo curioso es que en caso como este, el principal partido de la oposición, el PSOE, tampoco tenga un discurso claro y contundente.

Quizá porque el pecado original de su actual líder, Alfredo Pérez Rubalcaba, sea haber estado en el Gobierno de Zapatero, el lugar en el que todo empezó. De ahí, la difícil posición de unos socialistas que también parecen forzados a teñir de ambigüedad todos sus mensajes.

Ninguna estas dos circunstancias, además, parece susceptible de experimentar cambios en el corto plazo, pero, mientras las dudas del principal dirigente del país afectan por igual a todos los ciudadanos que tienen que sufrir las consecuencias, los problemas del PSOE son un asunto exclusivo de sus militantes. Y todo apunta a que la solución pasa por un congreso del partido en el que por fin aparezca ‘ropa limpia’.

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