A misa por decreto

Opinión

A misa por decreto

El Ayuntamiento de Marbella no quiere que la ciudad brille sólo por los escándalos municipales que inauguró Jesús Gil ni por la frivolidad de muchos de sus asiduos, también propugna la exhibición de piedad religiosa (católica, por supuesto, la musulmana ya la mantienen los habituales visitantes saudíes). Para ello, siguiendo instrucciones expresas de la alcaldesa, Angeles Muñoz, transmitidas por escrito desde la jefatura de protocolo, los concejales de la mayoría, es decir, del Partido Popular, deben asistir por lo menos un par de veces al mes a misa.

Y no a una misa cualquiera. En la orden se le especifica a cada uno la Iglesia, el día y la hora en que deben cumplir el precepto dominical. La hora es muy importante: la de mayor afluencia de fieles porque no se trata de que cada edil salve su alma, que eso a la señora alcaldesa no le incumbe, si no que sean vistos por los demás fieles, que aprecien en ellos valores cristianos y así, llegado el momento de pronunciarse en las urnas, voten a su partido, que para algo es el la Ley y el orden, es decir, el de los buenos. Los que quieran condenarse que se tuesten al sol en paños menores o si quieren en pelota picada sobre la arena, pero los concejales, dando ejemplo de fervor aunque, — ¡qué se le va a hacer! –, no lo sientan.

La señora alcaldesa se ve que está en todo y no quiere que por una misa más o menos le falle el respaldo futuro o, al igual que ocurrió ya con algunas compañeras de partido como las mismísimas Soraya o Cospedal, los prelados se enojen con ella y con su causa. Las apariencias son muy importantes y preservar el voto en estos tiempos requiere imaginación y sacrificios. La fe es un don que no siempre se tiene y cuando no se tiene, la militancia exige aparentarla. En Marbella se pueden saltar otros mandamientos, y vivir sumergidos en la corrupción, pero la obligación de asistir a misa y sobre todo hacerse ver en misa actitud reverente, no.

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