Mario Monti, el nuevo primer ministro italiano, parece haberse tomado muy en serio su papel de guardián de las esencias del mercado. Está donde está para asegurar a los acreedores de su país que va a hacer lo posible para que el Tesoro cumpla puntualmente con sus acreedores.
Puesto que ese es su cometido, nada mejor que contar lo que tenga que contar en el marco icomparable de la Bolsa de Londres, quizá el parqué más señero del continente. Monti habló de ajustes, claro y también de un plan para estimular la economía. Pero ese plan consiste sobre todo en la desregulación del mercado laboral. Es decir, una vez laminado el Estado del Bienestar, ahora toca arrebatar a la fuerza laboral los derechos adquiridos.
Estas desregulaciones, cuya máxima expresión puede verse en países como Portugal, por ejemplo, quizá sirvan para reducir las tasas de paro. Pero quizá no consigan convertirse en ese estímulo que pretenden ser. O eso opinan algunos prestigiosos economistas como Joseph Stiglitz. En su opinión, cierta flexibilidad en el mercado laboral, puede servir de algo, pero bajar salarios sólo valdrá para agravar la crisis.
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