La rebaja de las rebajas

Opinión

La rebaja de las rebajas

Últimamente las amas de casa no están para nada. Ven pasar por delante de sus ojos las ofertas multiplicadas de los supermercados pero ni aun así les salen las cuentas para llegar a fin de mes. Las economías domésticas frecen más agujeros que un colador. Ayer empezaron las tradicionales rebajas, es decir, la anunciada rebaja de las rebajas en los grandes almacenes pero sin el entusiasmo de otros años.

Eran anunciadas y esperadas, sí, como excepcionales pero el problema es que ni las carteras ni las tarjetas de crédito están para nada. La extraordinaria de diciembre permitió algunas licencias a base de turrón y cava propias de las navidades pero la cuesta de enero que acaba de comenzar se vislumbra más dura que el Anglieru. El desempleo continúa aumentando y los temores de los que aún tienen trabajo a perderlo, a ver recortado su sueldo o a no cobrar la nómina el día 31 siguen quitando el sueño a muchos miles de ciudadanos. Qué digo de ciudadanos, ¡de familias!

La esperanza de los más crédulos en la capacidad milagrera de San Mariano se esfuma como por arte de magia ante la realidad de las nuevas restricciones económicas que aprietan incluso más que en los tiempos zapateristas y los augurios de que los problemas financieros van para largo. Las rebajas eran una excelente oportunidad para equiparse, y sobre todo equipar a los niños, para una larga temporada. Pero en esta ocasión tal se teme que esa oportunidad va a quedar frustrada por la falta de liquidez, incluso para comprar en los saldos por muy rebajados y tentadores que se anuncien.

Además de no tener disponibilidades, la gente tiene miedo a gastar o a empeñarse consciente de que todo lo que está mal siempre es susceptible de empeorar. La euforia contenida de las fiestas queda atrás sin el premio de consolación de unas rebajas capaces de hacernos sonreír ante unos precios tentadores.

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