Reivindicación de los muerciélagos

Opinión

Reivindicación de los muerciélagos

Nunca necesité leer las peripecias de Drácula para sentir un rechazo cerval hacia los murciélagos. Cuando de pequeño los veía revolotear al anochecer por los lugares más sombríos salía corriendo como una exhalación y llegaba a casa poco menos que tiritando. Aprovechándose del miedo que les tenía, una vez unos niños mayores con muy mala leche me sujetaron y restregaron las alas de uno por la frente. ¡Qué asco! Recordarlo todavía me estremece. Recuerdo su tacto gelatinoso y el tinte negruzco que me dejó en la piel y tantas décadas después, al acordarme aún siendo deseos de darme una ducha para eliminar los últimos residuos.

En el Instituto no me causaba ni puñetera gracia la descripción que hacía el profesor de Ciencias sobre su condición de mamíferos, los únicos voladores, ni del buen servicio que prestaban al medio ambiente limpiándolo de insectos depredadores. Pues, esa condición, que reconozco no haber valorado nunca, es la que últimamente están utilizando los científicos mallorquines para reivindicar a los murciélagos como unos seres feos y asquerosillos – puesto a ser condescendiente con su aspecto – pero muy beneficiosos para la salud pública en general y humana en particular. Son voraces como ellos solos y en su dieta van incluidos muchos insectos que de no ser por su gula se pasarían el tiempo incordiándonos la siesta y, peor aún, traficando de un lado para otro con enfermedades.

Los expertos ponen como ejemplo del buen paladar de los murciélagos el mosquito tigre y la mosca negra, dos peligros casi invisibles con los que nos enfrentamos a diario. A falta del reconocimiento de méritos estéticos, que seguramente sólo son apreciados por sus parejas sexuales, los murciélagos se han ganado el reconocimiento de ser los mejores insecticidas biológicos que tenemos. Pues, por lo que me toca, reconocido queda.

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