Izquierda Unida, que a pesar de tantas razones para existir con éxito está donde está, acaba de hacer una de las suyas. La visceralidad de algunos de sus miembros le ha regalado el Gobierno de Extremadura al Partido Popular. Increíble, pero cierto. Bien es verdad que el PP está con viento de cola de manera que hasta los comunistas residuales le aporta prebendas que ni siquiera necesita. Ni el recuerdo de la transformación que Extremadura experimentó desde la izquierda ni la mínima obediencia debida al líder, Cayo Lara, han logrado que se impusiera la coherencia a la hora de decidir a quien respaldar para que gobierne los próximos cuatro años. Se ve que, aparte de que los miembros de la coalición tengan la memoria flaca, lo que si tienen es una carencia de principios e ideas.
Nada tiene de malo, por supuesto, exponer lo que a cada cual le parezca y votar lo que le dé la gana, y nada tiene de malo, por supuesto, el Partido Popular si se comparten sus planteamientos, pero que IU le regale el Gobierno de una región tradicionalmente de izquierdas es de aurora boreal. Bien es verdad que IU ya nos tiene acostumbrados a sus salidas de pata de banco desde tiempo memorial. Unas legislaturas atrás hizo lo mismo en Asturias: regaló el Gobierno al PP aunque luego los conservadores asturianos, encabezados por Sergio Marqués, un hombre serio, tarifaron con los suyos de Madrid, encabezados por Alvarez Cascos, y aquello terminó como el rosario de la aurora.
Muchas veces hay quien hace el chiste fácil de cambiar el nombre de Izquierda Unida por el de Izquierda Desunida. Le va mejor y, visto lo visto, bastantes de sus integrantes no escarmientan: continúan haciendo méritos para que su incapacidad para actuar juntos no decaiga. Es lógico que a pesar de tantas razones para votarla, muchos izquierdistas lo eviten por razones profilácticas. Un partido desunido nunca será un partido digno de confianza para nadie.
