Por fortuna ya no quedan ruidos de sables, y si los hay será porque el equipo olímpico de esgrima está embarcando el material en el aeropuerto rumbo a alguna competición. Pero sólo mover un poco la caja de Franco ha agitado a la parroquia como en aquellos años en los que caían arengas desde el balcón de la Plaza de Oriente. Franco ha muerto, sí, lo decía Carlos Arias en una intervención lacrimógena en la televisión, pero el franquismo perdura y no es patrimonio exclusivo de la extrema derecha.
Aquellos que hoy se quejan por el posible traslado de los restos del dictador son los mismos que silenciaban durante su régimen, y algunos lo hacen sin haberlo conocido porque el franquismo es una manera de entender España que viene de antiguo y se ha convertido en uso social. Hay pequeños franquitos que presiden comunidades de vecinos con total normalidad.
El Gobierno no tenía en cuenta este factor de riesgo que es abrir un debate sobre si es conveniente sacar a la momia del Valle de los Caídos. Franco que lo dejó todo «atado y bien atado» también lo dejó todo enterrado y bien enterrado.
El Movimiento continúa y de ahí el rechazo que va a encontrar el Gobierno entre quienes mentalmente siguen con el brazo en alto. Sin duda que les va a ser más fácil llegar a un acuerdo con la familia que tratar de convencer a los irritados franquistas del siglo XXI. Nos dijeron que la losa era muy pesada y va a ser cierto, por algo será.
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