Obispo en campaña

Opinión

Obispo en campaña

Un ilustrísimo señor obispo del norte de España, impulsado seguramente por la mejor voluntad de su fe y el ejemplo moral de sus mentores, lleva varias semanas sin desaprovechar oportunidad alguna de fustigar a los partidos políticos que defienden, y llegado el caso legislan, medidas progresistas para la convivencia y realización humana de las personas, empezando por el aborto hasta las relaciones prematrimoniales pasando, claro, por el divorcio.

Está en su derecho, por supuesto, y nadie se lo recrimina aunque no parece que sean muchos los que llegado el caso de reaccionar ante sus circunstancias personales le hagan caso, como les ocurre a sus líderes predilectos. El domingo, a la hora de votar, está por ver el éxito o el fracaso de sus severas admoniciones. Desde luego, yo no voy a revelar su identidad aunque no creo que sea especialmente dificultoso averiguarlo. El también está teniendo la prudencia, que siempre mantienen sus colegas de Conferencia Episcopal, de no citar ni por el nombre ni por las siglas a los partidos favorecidos o estigmatizados por su prédica.

En este caso los beneficiados son las dos organizaciones políticas en que se halla escindida la población conservadora de la región. El señor obispo apenas se limita a señalarles sin matices distintivos con la descripción de sus buenos principios lo cual se convierto de inmediato en una invitación expresa para otorgarles el voto que premia el respeto a su defensa de las buenas costumbres y los valores morales del catolicismo.

Pero, abstraído quizás en cuestiones de más alta índole espiritual, el bueno del prelado norteño no ha reparado hasta ahora, y ese si que es un lapsus memorable, en que los cabezas de los carteles electorales de los dos partidos que se disputan el voto tradicionalmente afín con los principios cristianos, una mujer y un hombre, ambos muy respetables por supuesto, cuando se llega al Sexto Mandamiento los dos incluyen en el currículo haberse divorciado, y no una vez, como le ocurre a tanta gente conservadora, sino por partida doble.

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