Mourinho, “el adorado Mou” como le llamaba Esperanza Aguirre, se trabaja el estiércol como nadie. No es casual que se haya convertido en un personaje faltón, en un macarra vestido de Armani. En caso de ganar el partido de vuelta en Barcelona habrá triunfado una manera de mirar la vida con desprecio, igual que esos legionarios que llevan a Dios a cuestas y la esvástica tatuada en el brazo.
Mourinho dice que le da asco lo que ve, igual quiere convertirse en personaje de “Sartre” y caer en la náusea. Para distanciarse de la imagen de niño bueno que tiene Guardiola a él no le queda otro remedio que ir de chico malo. Ayer acabó en la grada como a los revoltosos de la clase los mandan al último pupitre y de cara a la pared.
Nada está dejado a la casualidad. Ser malo tiene mucho trabajo de guión, y ser el J.R. del fútbol no lo consigue cualquiera. Un tonto sin trabajo no pasa de estúpido anónimo y Mourinho quiere ser el malo del barrio que es una categoría superior. Florentino se ha construido con Mou un muro para contener el tsunami del descontento pero ya veremos si esta vez la ola no se lleva por delante a protector y protegido.
Queda el partido de vuelta pero salvo milagro, (y recordemos que los ángeles van de blanco), Mourinho hará que bufa y luego cobrará la millonada con la que ha conseguido hacer del Madrid un equipo antipático, como él, como Florentino.
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