No son pocas las voces que piden un debate sosegado, no son pocos los intelectuales que escriben reclamando una regeneración para el arranque del milenio, no son menos los ciudadanos que exigen altura de miras para salir de la crisis con un proyecto que sea sólido e ilusione. Bien, pues entre las voces, los intelectuales y los ciudadanos, no busquen a Celia Villalobos porque no la van a encontrar.
La veterana diputada malagueña tiende a “tombolizar” la política a la menor ocasión. De ahí su enfado con Bono al que, alegremente, calificó de “fascista”, pero es que antes ella se había referido a las personas con discapacidad como “los tontitos”. Ella verá si quiere hacer de la vida parlamentaria un “tomate de luxe” continuo. Ella verá si cree que le hace un favor a su partido anteponiendo sus peleas de patio de colegio a los intereses que pueda tener el PP en el futuro.
Su actividad en el debate público es asaz discreta. Sus últimas aportaciones han sido bastante negativas, a Esperanza Aguirre le llamó “hija de tal” en la calle Génova; y por un vídeo sabemos cómo trata a su chófer y de qué manera le hace llegar su enfado cuándo éste se retrasa al salir del garaje del Congreso.
Pero no todo vale, y en su tierra, (que es la mía), a los discapacitados no se les llama “tontitos”; al revés, ese calificativo se reserva para otro tipo de personas que se las dan de muy airadas pero luego patinan con facilidad. Total, que habló Celia Villalobos y subió la cuota de pantalla unas décimas. La política no puede ser esto.