La ira es un sentimiento primario. En las calles de Atenas una turbamulta agredió a un ex ministro al que dieron empellones y cogotazos. En tiempos de crisis la razón se esconde y brotan los palos, esta semana los hemos visto en Roma, en Moscú, y también en Grecia. Sobran tensiones y faltan calles, (tal es el estado de cabreo generalizado.
Todas las autoridades cuando escuchan que la gente grita lo que hacen es enviar a la policía para desinflarlos. En este momento se invierte más en tecnología antidisturbios que en I+D para salir de la crisis, pero así de perverso es el mecanismo. Hasta es posible que a Berlusconi le venga bien una columna de humo en la Piazza del Popolo porque de esa manera refuerza su poder y recorta libertades. Hay quién echa brotes más fuerte en tierra polémica.
La escalada de “palos griegos” llevará a que algún día alguien saque a leches de su vehículo oficial a un alto cargo, y entonces veremos de nuevo la cara de pasmo del ex ministro griego que no se lo terminaba de creer. La distancia entre la oficialidad y la tribu es tan manifiesta que unos ignoran las reclamaciones y otros no se sienten representados por sus dirigentes. Y nadie trabaja por tender puentes, al revés, en todas las gasolineras se vende combustible para montar fallas populares. En las tiendas de todo a euro venden, también, una imitación en plástico de los “palos griegos”, sirven para espantar moscas y para encauzar iras callejeras. John Lennon qué diría.