¡Qué familia!

Opinión

¡Qué familia!

En toda familia suele haber alguna que otra oveja negra, eso está fuera de toda discusión. Es la vida, y qué le vamos a hacer. Pero en la familia de don Francisco, el de El Pardo, casi no se salva nadie ahora que él ya no está para taparles las flaquezas. Su larga retahíla de nietos y nietas no cejan de dar escándalos, protagonizar esperpentos hasta en la tele y meterse en líos con la Justicia. Ahí está Carmencita, la nietísima, la que la familia materna quería predestinar a Reina, bailando disfrazada de foca, de manera que si el dictador levantara ahora la cabeza en su soledad del Valle de los Caídos, Dios no le haga pasar por tan dura prueba, seguro que capitularía de nuevo, víctima de semejantes sustos y disgustos familiares.

Ahora es Francis, Francisco Franco junior, primogénito y heredero del apellido y de los títulos nobiliarios, quien tiene que volver a vérselas con la Justicia de la cual lleva tiempo fungiendo como cliente asiduo. Tres juzgados de instrucción de Madrid, no uno ni dos, ¡tres!, investigan posibles delitos fiscales cometidos en transacciones de inmuebles, bien es verdad que a través de personas interpuestas que ocultan su nombre en la penumbra burocrática. Francisco ya tiene experiencia, incluso internacional, de vérselas con jueces y fiscales: años atrás, fue en Chile donde tuvo que defenderse, por vez primera, de trapisondas cometidas al socaire de Pinochet. Pero el mal ejemplo de los dos hermanos mayores, una haciendo el ridículo y el otro flirteando con el delito, no ha caído en el vacío ni menos aún en el repudio familiar. Hace pocos meses aún, otro de los siete nietos del Dictador, el más borde según parece, se enfrentó también con los tribunales bajo sospechas de drogas por el medio. La saga de los Franco es tema para un buen relato de realidad, muy superior a cualquier ficción desbordada.

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