La diferencia entre una nación unida y un proyecto independentista es un cabezazo de Pujol que manda a Alemania a casa. ¿Quién nos lo iba a decir, a nosotros, resignado pueblo harto de ver cómo siempre ganan los demás?, pero de ahí a considerar que el deporte es el bálsamo que cura todos los males hay una distancia. No es Casillas el ministro de la Felicidad, no es Rafa Nadal el titular de la cartera de Proyectos de Futuro, ni Edurne Oyarzábal la ministra de Esperanzas Varias.
Corresponde al Gobierno crear las bases para que el futuro sea ilusionante, lo que no cuela es que nos vendan la final de Sudáfrica como la puerta que da a los brotes verdes, por ahí sí que no. Escuchar al presidente del Gobierno cómo diserta sobre las predicciones de un pulpo que se acerca a una bandera sobre la que posa un mejillón es del género “tristérrimo”. A ver si Zapatero va a premiar al pulpo con la Gran Cruz de San Hermenegildo, además de con una paga vitalicia. Hasta puede nombrarlo embajador en Washington para que mejore nuestras relaciones con Obama.
Este espectáculo de banderas, este entusiasmo contagioso por “la roja” no debe ser desperdiciado como energía alternativa. Recójase en los recipientes adecuados para cuando lleguen las épocas de sequía emocional.
Eso sí, de la que se ha librado Montilla porque si su manifestación hubiera coincidido con la final contra Holanda se hubiera quedado más sólo que Casillas bajo los palos.
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