Las palomas, al INEM

Millares de palomas mensajeras perderán sus anillos militares, es un decir, y se irán a engrosar las listas del INEM igual que tantos trabajadores como en estos días ven desaparecer sus puestos de trabajo. Es el signo de unos tiempos duros que, para colmo de males, amanecen fríos y lluviosos cada mañana. El Ministerio de Defensa, que sufre como todos sus congéneres los recortes presupuestarios, ha decidido licenciar a las palomas con las que contaba, desde tiempo inmemorial, como ejercitantes de su oficio, mensajeras, en caso de necesidad. Mucho satélite, mucho correo electrónico, mucho teléfono móvil pero las palomas mensajeras resistían en sus puestos a los avances tecnológicos como reserva activa para cualquier emergencia en el ámbito de la comunicación. Hasta que, ya digo, las restricciones en el gasto las acaba de enviar al paro sin ser sometidas siquiera a un expediente de regulación de empleo. Pobres palomas, Picasso las ensalza como símbolo de la paz, pero los alcaldes y concejales las odian con toda su rabia por la manera en que pringan de caca y plumas las plazas céntricas y obstruyen los canalones de desagüe de los tejados. Imponían, eso sí, el respeto a sus galones y estrellas derivado de un Real Decreto de 1983 que regulaba su «tenencia, cría, educación y anillado» para que los militares las tuviesen controladas y registradas como reservistas en caso de guerra. Eran un sistema de comunicación más bien obsoleto pero estratégico. Ahora ya ni eso. Aquel Real Decreto ha sido derogado y los dueños de palomares ya no van a recibir más la visita de los suboficiales encargados de pasar las revistas reglamentarias.
Las Fuerzas Armadas se van quedando sin animales a su servicio. La caballería no pasa de ser un símbolo para que los oficiales sigan luciendo su esbelta figura en los desfiles y los semovientes, que cargaban monte arriba con los cañones, sólo resisten como figurantes de las películas de guerra. En España, de momento sólo se salva la cabra de la Legión.