Aznar, dedo en alto

Opinión

Aznar, dedo en alto

La educación exquisita, que siempre se supone en las personas de buena familia, nunca fue el fuerte de Aznar. Muchos aseguran que el ex presidente es borde como pocos con su currículo, aunque él se escuda en ser simplemente seco y de sonrisa tamizada por colmillos de hierro cobijados bajo el bigote. El otro día en la Universidad de Oviedo, por las mismas aulas del padre Feijóo y Clarín, fue abucheado por un grupo de estudiantes que casi no le dejaron hablar. Y eso está mal, quiero apresurarme a decirlo: hay que dejar hablar a todo el mundo por talibán, abertzale o fachoso que se muestre; si no gusta lo que dice, pues uno se ausenta y ya está. Pero los universitarios de Oviedo, unos cuantos, se pasaron un pelín porque son jóvenes, progres e impetuosos, y le impidieron que pudiese redondear su discurso. Le acusaron en sus gritos de asesino por su contribución a la invasión de Irak, a la guerra inconclusa que desencadenó la invasión y al cuarto de millón de muertos que llevan ya contabilizados los sepultureros locales. El argumento de los chicos fue que tanta culpa tiene el que mata como al que tiene por la pata, contribución que atribuyen al ex presidente. Aznar, que vive su jubilación política encantado de haberse conocido y esperanzado en los honores que le reserve la Historia, no lo entendió: miró a los estudiantes con ojos de pocos amigos, tal y como si se tratase de ministros de Sadam Husein, y en un gesto que no le honra, les saludó con un corte de mangas y el dedo índice enarbolado en alto cual punta de pararrayos. Si hubiese sido el brazo entero, en correcto y simple saludo falangista, su reacción habría sido más coherente. Lo del dedo se quedó en una respuesta gamberra a una actitud gamberra que ha dejado el incidente en tablas.

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