Frank del Río marchó de Cuba con a duras penas siete años de edad en 1964. Transcurrieron nada menos que más de 50 años para que regresase como presidente ejecutivo de la Norwegian Cruise. Nadie puede asegurar, al menos por el momento, de quién fue esa idea que por generaciones le ha dado la vuelta al mundo proclamando e invitando al ”sueño americano”. Otros, más sensatos, alegan que si al menos no se consigue, sí de seguro y a golpe de duro trabajo, permitirá que otro lo alcance.
Frank del Río marchó de Cuba con a duras penas siete años de edad en 1964. Su familia debió ser de clase media hacia abajo, pues no aparece ni en el Registro Social de La Habana 1959, así como tampoco en el libro Los propietarios de Cuba 1958, de Guillermo Jiménez.
Transcurrieron nada menos que más de 50 años para que regresase a Cuba como presidente ejecutivo de la Norwegian Cruise Line Holdings Ltd., una de las más importantes compañías internacionales de cruceros.
“Un sueño que tengo desde hace décadas”, le confesó a la prensa al atracar el pasado fin de semana, el primer crucero de su compañía en puerto habanero, el Marina, con capacidad para 1 258 pasajeros.
Pues se hizo realidad el sueño cubano de Del Río y no para el de otros tantos cubanoamericanos que han manifestado su interés de invertir y negociar en su país de origen y que aún por varias razones de ambos bandos no han podido lograrlo.
Nunca mejor dicho. Del Río “navegó” mejor.
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¿Sueño americano o cubano?
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