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Los añicos de la unidad

La unidad en Podemos, por la que clamaban en Vistalegre centenares de hooligans, ha acabado hecha añicos. La unidad en Podemos, por la que clamaban en Vistalegre centenares de hooligans, ha acabado hecha añicos. Pablo Iglesias ha refrendado su liderazgo de una manera aplastante. Era lo esperado y, por lo tanto, nada cambiará. Como legado del congreso – perdón, quiero decir de la Asamblea Ciudadana que en el nombre si se diferencia Podemos de los partidos tradicionales – queda el reto de qué hacer ahora con los añicos de la unidad.
 
No va a ser fácil recomponerlos. En política los abrazos para la galería que encubren la imagen de las rencillas precongresuales, sólo resisten unas horas. El Congreso podemita lejos de afianzar la solidez del entramado lo deja claramente dividido. Y no sólo porque uno de los líderes haya resultado despechado a pesar de un respaldo nada desdeñable de cerca del cuarenta por ciento. El problema es otro.
                  
Meses y meses de agrio enfrentamiento entre las dos corrientes, y cuarenta y ocho horas de congreso mitinero y descafeinado, no han dejado como legado ni una sola propuesta  política estimable, ni un solo proyecto ni una solución aprovechable para los problemas que enfrenta la sociedad. Basta ver los titulares de los periódicos: sólo los nombres en pugna por el poder merecen reclamos en letras gruesas en las portadas.
                  
Y es una pena: España y los españoles necesitamos nuevas generaciones de políticos que hinquen los codos, reflexionen sobre la realidad que hay que mejorar y trabajen por otros objetivos que no sean los oropeles y la vanidad que alimenta el poder efímero que enseguida les tienta. En Podemos hay jóvenes valores necesarios para la política española, tan empobrecida últimamente, pero sobran vocingleros utópicos que los eclipsan.
                    
Vistalegre II, como sus promotores han apodado su Asamblea Ciudadana, el recuerdo que deja, más allá de las secuelas del enfrentamiento personal entre sus dos líderes, es el de un vacio de conclusiones dignas de ser analizadas, elogiadas o criticadas. Pablo Iglesias continuará con su ego ante cámaras y micrófonos, con el valor incorporado de su brillantez dialéctica, pero con un nada de nada en su bagaje de ideas para el futuro.

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Los añicos de la unidad

Diego Carcedo

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