Podemos arruina el plan perfecto de ‘la casta’

Detrás de la cortina

Podemos arruina el plan perfecto de ‘la casta’

Ciudadanos fracasa en el intento de convertirse en una bisagra no nacionalista para blindar el bipartidismo No pudo ser. O, por lo menos, no será como parecía estar planeado. El cuñado perfecto, Albert Rivera, y sus pulidísimos chicos y chicas de Ciudadanos agarraron la temible ‘pájara’ en el peor momento posible. Justo en plena campaña electoral. Como consecuencia, la magra cosecha de escaños recogida ha complicado, y mucho, un panorama que ya se anunciaba incierto en los días previos a la votación.

Con esos 40 parlamentarios obtenidos, los ‘naranjas’ no podrán ejercer la función para la que fueron creados, según la versión canalla de algunos cronistas malintencionados. No serán ya esa perfecta bisagra, no nacionalista, suficiente para blindar el bipartidismo de una vez por todas. Así que la necesidad de que todo cambiara para que nada cambie que provocó el inesperado e irresistible crecimiento y expansión nacional de esta opción política sigue existiendo.

De modo que el sueño de Rivera no se cumplirá tampoco. El político catalán, que en algún momento quizá se vio a si mismo como una copia perfecta en la vida real de Birgitte Nyborg, la primera ministra danesa de ficción que protagoniza la serie Borgen, tendrá que conformarse con que los dos grandes ‘premien’ su lealtad dejando que su partido se integre en ese tripartito que ahora propone, en el que tristemente para él sus votos no serían necesarios.

Porque de producirse esa alianza entre PP y PSOE que muchos miembros de algunos entornos de poder parecen auspiciar, Ciudadanos, simplemente, no resulta necesario. Y sí, quizá obtenga una invitación para la fiesta, pero ni siquiera la tendría asegurada.

Al fin y al cabo, estos resultados han sido decepcionantes para muchos de sus supuestos patrocinadores. Y ya no parece necesario contar con ellos. Casi ni en Cataluña, donde tras el espejismo del 27S, los ‘naranjas’ parecen haber sido alcanzados por los populares, ya que ambas formaciones se han tenido que conformar con cinco actas parlamentarias.

Así que al final y de momento, la operación de ‘montar’ un Podemos de derechas no ha salido también como se esperaba. Entre otras cosas, porque la versión original, el verdadero Podemos liderado por Pablo Iglesias e Iñigo Errejón ha demostrado una inesperada resistencia a los ataques y ha sido capaz de resurgir de sus cenizas, tras el batacazo cosechado en las elecciones catalanas.

Finalmente han logrado, con la inestimable ayuda de las mareas y algunas figuras clave de la izquierda emergente como la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, esos 69 escaños que, sin ser una cantidad que permita a los ‘morados’ soñar con acercarse a La Moncloa, sí resulta suficiente para arruinar ese plan perfecto de la ‘la casta’ del que hablábamos en los párrafos anteriores.

Y lo peor es que con estos resultados, Iglesias y los suyos, cómodamente instalados en la oposición, van a poder ejercer desde allí el papel de pepitos grillos que tan bien les sienta. Bastará con que señalen una vez y otra también las contradicciones que, sin duda, pondrá de manifiesto el comportamiento de sus rivales políticos cada vez que tomen una decisión en este complicado entorno.

Mientras tanto, además, Podemos tendrá tiempo para ir ‘eliminado’ en los territorios de la mareas a las formaciones nacionalistas radicales que hoy son sus ‘socias’, pero que, en realidad, discuten con éxito al partido morado la hegemonía en el campo de la izquierda.

Tal vez la batalla sea más dura de lo que parece, pero la triste suerte de IU y Alberto Garzón en estas elecciones es un buen ejemplo, para que los díscolos tomen nota. Y, al fin y al cabo, también el PSOE de Felipe González, tuvo que ganarse el territorio propio antes de llegar a La Moncloa en 1982.

Según estos análisis, el gran derrotado de los comicios no sería, por lo tanto, Mariano Rajoy, a pesar del desplome experimentado por su partido. Hay otros que han corrido una suerte aún peor. El todavía presidente del Gobierno en funciones, ha conseguido una victoria clara, por más que sea insuficiente, en número de escaños, y un porcentaje de voto muy cercano a ese 30%, casi imposible, que todos hubieran dado por bueno.

Y si Rivera hubiera cumplido con su parte del trato, ahora ese gobierno estable que tanto ansían los poderes económicos ya estaría formado. Y Podemos se habría convertido en una simpática anécdota, casi entrañable, como es, hoy por hoy, aquel 15M que tanto miedo llegó a dar en el primer momento.

Habrá quien se consuele con la certeza de que al menos una parte del supuesto plan sí ha resultado ser un éxito. Los titanes de UPyD, el único partido que, hasta ahora, se ha tomado de verdad en serio el asunto de la regeneración política y la lucha contra la corrupción, han desaparecido del mapa.

Todo un aviso para navegantes, porque amigos con las cosas de comer no se juega. Y esta banda de ‘centristas’ parecía haberse creído de verdad que su cometido incluía limpiar el panorama y hasta habían llevado su defensa de la causa hasta los tribunales de justicia. Y, encima, con cierto éxito.

Pero, obviamente, es una victoria menor. Ahora, resulta necesario conseguir que el PSOE y, sobre todo, Pedro Sánchez, permita la investidura de Rajoy y se haga a un lado, para permitir que la minoría reforzada que forman los parlamentarios de PP y Ciudadanos puedan mantener el tren en marcha.

Por lo menos, un par de años, hasta que las brumas judiciales y otros asuntos de vital importancia para los sectores más instalados en el poder se aclaren definitivamente. Las presiones ya son fuertes, pero aún lo serán más en los próximos días. Sobre todo porque es la única opción posible. Nadie quiere correr el riesgo de una repetición de las elecciones. Por lo que pueda pasar.

Ahora toca confiar en que la bomba de relojería catalana funcione. Ese riesgo de ruptura de España que aseguran Artur Mas y sus muchachos puede ser la excusa necesaria para que los socialistas se decidan a cumplir con el nuevo guión. Así podrán demostrar esa ‘altura de miras’ que les ha pedido María Dolores de Cospedal y aliarse con PP y Ciudadanos minimizando el riesgo de desaparición al que parecen expuestos en este momento.

Al final, siempre les queda Andalucía. Aunque mejor será que se anden con ojo. Ya han perdido Cataluña y dilapidado en tres meses la dosis de credibilidad que Angel Gabilondo les proporcionó en Madrid.

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