Adiós jefe

Opinión

Adiós jefe

Qué pronto nos has dejado… Carlos, todavía estamos en pañales y ya huérfanos. Qué difícil y duro, trago saliva pero la bola no pasa de la garganta.

¿Te acuerdas de mi primer día en El Boletín? Otoño de 1991, había cerrado El Sol unos meses antes, Jesús me habló de ti, del Bole (todavía en números cero) y fui a verte. La idea me gustó. Con pocos años de oficio me presenté en la calle Lagasca, te oí y me «enganché». Recién llegada me llamaste al Despacho para contarme varias cosas: haría Macro y Laboral, ganaría poco y trabajaría una jornada que terminaba con el cierre de la Bolsa. Tres síes te respondí. «Por cierto…» me dijiste ¿sabes qué es la moratoria nuclear? El suelo de esa oficina instalada en el madrileño barrio de Salamanca tembló a mis pies. ¡Tierra, trágame!. Uffff, no tengo ni idea. Dos horas después salía de tu despacho. Primera lección. Después vinieron más, más y muchas más.

A continuación llegó la magia: Jesús, Donald, María, Julio, Ricardo, Hermi, Benjamín… Qué pocos y qué grandes. Contigo aprendí este oficio, lo degusté, saboreé, y me enseñaste que esto de la economía tiene su «puntito». Entonces el mundo económico hervía: OPAS, fusiones, reconversiones industriales, Europa, huelgas, graves delitos económicos… Y ese dichoso vespertino no solo lo contaba diariamente, sino que además se anticipaba. ¿Eh jefe? Porque eras un rebelde, un antisistema del periodismo de peloteo y baba, un visionario… un maestro. Esto es muy fácil Evita, me decías: sentido común y rigor. Cuando llegabas con una de esas locuras informativas para quienes eramos todavía unos noveles, nos volvías locos, no había quien te entendiera; ¿Con quién habrá comido hoy? ¿Dónde lo habrá leído? ¿Qué mosca le habrá picado? Todos los medios iban en una dirección y Carlitos, por otra. Ocurrió con el 11M, ¿recuerdas? Edición especial para contar la tragedia… ya había titulares achacando la masacre de los trenes a ETA. «Ni se te ocurra titular por ETA, esto no lo han hecho ellos». Y otra vez ¡Tierra, trágame!, mejor no le digo qué titular había pensado.

Tras más de una docena de años en Lagasca, Bárbara de Braganza, Concepción Jerónima… llegó la hora de irme. Había nacido mi tercer hijo y pensé que era el momento de pisar un poco el freno. A partir de ese momento Carlos empezó a ser mi amigo y un buen consejero. He de reconocer que no daba un paso en esta profesión sin, al menos, pedirle opinión. Me ayudó siempre, de corazón, con buenos y sabios consejos. La verdad, no me ha ido mal.

Siento un enorme orgullo y satisfacción de haber podido estar a tu lado y mira que me has reñido, ¡qué cabezón Dios mío, que complicado era llevarte la contraria!

Ahora me quedan tus recuerdos, divertidas anécdotas, muchas vivencias, y el poso de una profesión que tu me has enseñado a amar.

Para tí, siempre mi jefe.

*Eva Ruiz-Hidalgo, subdirectora de INVERTIA

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