A ‘Caco’

Opinión

A ‘Caco’

Carlos Humanes, fallecido director de Elboletin.com

Una madrugada cualquiera de una semana cualquiera de un mes cualquiera. Año 1970, más o menos. Calle de los Reyes, justo detrás del Hotel Plaza, ahora de propiedad china, junto a la madrileña plaza de España:

– Caco…
– ¿!Mmn?!
– Teno tuto
[Carlos, tengo susto]
– Anda vente

Y para allá que iba el pequeño, con sus cuatro años, brincando a la cama de su hermano ‘el más mayor’. Dormían los tres en batería: Pavi (Javi), el mediano, a un lado, el peque en el centro y Caco al otro lado. Paoma (Paloma) dormía en otra habitación con la abuela. Por aquella época aún campaba por sus respetos esa España en blanco y negro, más desarrollada y pujante que la de la posguerra, pero todavía atrofiada, aislada, miedosa y amordazada.

Carlos se levantaba a las 6.30 AM para ir a trabajar, con sus 16 añitos, a la Confederación Española de Cajas de Ahorros [Ahorros, no Ahorro], la CECA mientras seguía cursando sus estudios en el turno nocturno del Instituto Ramiro de Maeztu. Y una noche sí y otra también atendía los temores de su hermano pequeño y sus ganas de hacer pis. Al peque le fascinaba que Carlos le llevara cargado hasta el inodoro (situado en una microestancia al lado de la cocina y separada del resto del baño) y le colocara de pie en los bordes del retrete mientras le sujetaba para que soltara su chorrillo. ¡Qué reto! Apuntar desde tan arriba para que todo cayera donde correspondía. Ni una queja, ni una mala cara, Caco siempre estaba ahí, resolutivo y eficaz.

Unos años más tarde, el benjamín de la familia volvió a tener pruebas de la determinación y el tesón del más mayor. Poco después de recalar en la CECA, Carlos se las ingenió para crear y organizar (le encantaba eso de crear y organizar) el equipo de baloncesto de la institución. Jugaban en la liga de “Educación y Descanso” y, gracias al presupuesto ‘arrancado’ a la CECA, vestían una equipación con la que podía soñar más de un equipo de primera división. Entrenaban y jugaban los partidos de casa en el polideportivo de Aluche y a Caco le gustaba llevarse de medio mascota a su hermano el más pequeño.

En una ocasión, un domingo, en un partido oficial, un alero del equipo contrario, un tipo gordo con bigote prusiano y pelo lacio, no paraba de encestar lo que ahora serían triples (entonces no se había pintado aún la línea de los tres puntos). Carlos, que hacía de entrenador-jugador, se desesperaba: “¡¡¡Coño!!!, ¿¿Queréis defender a ese tío??.

El caso es que el prematuro triplista se fue al descanso con una anotación de… ¡¡¡38 puntos!!! A Carlos le hervía la sangre. En el corrillo del descanso (entonces sólo había dos tiempos) se lo dejó claro al resto de su equipo:

– Ahora me lo cojo yo [lo defiendo yo], lo voy a secar
– Pero Carlos, que te saca dos cabezas – le dijeron
– Da igual, la cosa es que no reciba [el balón]

Joder, dicho y hecho. El base bajito de la CECA se dedicó en cuerpo y alma a arruinarle los 20 minutos restantes al prusiano ya extriplista. El bigotes panzón acabó el partido solo con dos puntos más, eso sí, de tiros libres. Vaya si lo secó. La mascota del equipo local cree recordar que eso no fue suficiente para ganar el partido pero si se quedó con una honda impresión de lo que son capaces la voluntad y la determinación humanas; Humanes en este caso.

Otra de las características de Caco era su visión de futuro. Hacía premoniciones que solo se valoraban una vez cumplidas. Como muestra un botón: el restaurante Ainhoa, situado enfrente de una de las sedes de El Boletín, en la madrileña calle Bárbara de Braganza, fue escenario de muchas ‘iluminaciones’ de Carlos. Hacia finales de los años 90, cuando los teléfonos móviles daban sus primeros pasos y exclusivamente servían para llamar y enviar mensajes de texto, el mayor y el menor de los Humanes compartían mesa y mantel en el Ainhoa con un influyente empresario. Mientras el pequeño daba cuenta con avidez de un delicioso rodaballo, el mayor agarraba su móvil y mostrándoselo a su interlocutor, le espetaba:

– Aquí está el futuro. Dentro de menos tiempo del que nos imaginamos estará todo aquí: la información financiera en tiempo real, los periódicos, imágenes, vídeos, llamadas con imagen, operaciones con tu banco, reservas de hoteles, viajes, todo, ¡todo estará aquí!

El pobre empresario lo miraba de hito en hito quizás temiendo que el cogote de merluza que estaba deglutiendo en ese momento también acabara irremediablemente allí dentro.

Con la Gran Recesión pasó algo similar. En los albores de 2008, Humanes ya estaba más que preocupado con los ‘problemillas’ que habían surgido el verano anterior con las hipotecas subprime en Estados Unidos. “Se avecina una gorda. Pero bien gorda. Como no se ha conocido hasta ahora”. El peque no le hacía mucho caso, ¡Zapatero estaba prometiendo el pleno empleo! Pero bien que recordó esas palabras años después.

Dicen que nadie muere del todo hasta que el último recuerdo de él se extingue. Algo sirve de consuelo porque muchos conocieron a Carlos, le disfrutaron, se dejaron asesorar por él y le acompañaron. Y seguro que no le van olvidar por mucho tiempo.

– Caco… ya no teno tuto, pero teno una pena mu gande, demasiao gande.

Hasta siempre hermano. Te quiero.

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