La resaca de la frustración

Opinión

La resaca de la frustración

Los independentistas catalanes se las daban la mar de felices la semana pasada usufructuando por anticipado el éxito de sus referéndum pero la iniciativa les ha salido mal. Suele pasar con las frivolidades políticas, sobre todo cuando las promueven saltimbanquis como los que encabezan al partido, antiguamente serio, ERC, empezando por Carod Rovira.

El domingo esperaban concluir su consulta en 166 municipios con una gran fiesta independentista, pero la operación les salió mal. Lejos de celebraciones, bastante tuvieron los promotores con ir de acá para allá negando el fracaso y retrasando sus consecuencias adversas para sus ideas. La escasa participación, sin necesidad de que nadie con influencia la estimulase, les había dejado con sus limitaciones e incluso sus posaderas al aire y sin capacidad de reacción. Pero eso quizás era lo de menos, porque tras el fracaso vinieron los problemas de verdad, los que siempre deja la resaca de la frustración.

Si todo hubiese ido bien, todavía estarían dándose abrazos y bailando sardanas por las calles, pero como la cosa no les salió a pedir de boca, la euforia mutó en malas caras, gestos bruscos y búsqueda de culpas ajenas. En mi pueblo se dice que cuando no han panchón todos riñen y todos tienen razón. Y eso es lo que está pasando en Cataluña. En política ya se sabe que nadie asume los desastres; siempre se les busca responsable en otros ámbitos o personas.

Ahora los independentistas catalanes han cambiado la unidad por la greña, en la que se hallan sumergidos: discuten unas cifras que demuestran el desinterés de la gente y, claro, no les satisfacen, y se pelean, de momento verbalmente, por lo que creían que iba a ser y no fue. Bueno, quizás se lo tenían bien empleado.

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