El alcalde de una pequeña ciudad italiana quiere, dieciséis siglos después, rescatar las riquezas de ese rey visigodo para engrosar sus arcas municipales. Que ¿quién se acordaba de Alarico teniendo como tenemos a Merkel, Rajoy y Berlusconi brillando en el firmamento de la política europea que nos ha tocado? Pues, se lo voy a decir: se ha acordado el alcalde de Cosenza, para los poco doctos en geografía una pequeña ciudad del sur de Italia, de Calabria para más señas. Y se ha acordado no por su devoción a la historia medieval, que no consta en Google, sino, ¡buenos son los calabreses para estas cosas!, porque al parecer el bueno – es un decir póstumo – de Alarico, parece que fue enterrado por aquellas latitudes junto a su caballo – pobre animal, ¡qué culpa tendría de que su dueño la palmara! – y una modesta reserva económica, por si le hacía falta dinero de bolsillo en la otra vida, de 23 toneladas de oro y 150 de plata además de otros objetos valiosos.
No quiero pensar lo pesada que les habrá resultado transportar tanta carga durante el viaje hasta la sepultura a sus servidores. En una de estas – y pido perdón por haber sido malpensado – el caballo fue víctima de tan incómoda mercancía y el sacrificio le valió el honor de descansar sus maltrechos huesos con los de su jefe. No lo sé. Lo cierto son tres cosas: que Alarico había saqueado Roma cuando entró en la ciudad en el año 410, que en la ciudad había muchas riquezas fruto de los saqueos que a lo largo de siete siglos había llevado a cabo los romanos, y que ahora el alcalde ve en la posibilidad de rescatar todo su tesoro -el más grande del que se tienen noticias-para afrontar algunos gastos municipales y pagar, con lo que quede, las facturas pendientes con los proveedores.
Porque antes, vamos digo yo, habrá que liquidar a los herederos que al cabo de dieciséis siglos seguro que son tan numerosos como difíciles de encontrar. Sirva en su modesta medida este artículo de aviso a todos los que se consideren con derechos aunque no sea de primogenitura. Realmente yo, a pesar de haber hecho una tesina sobre los reyes visigodos españoles y haberme aprendido sus nombres, 33 para ser más precisos, no me acuerdo del apellido de Alarico, ni detalles de su descendencia. Pero no descarto que en una de estas alguno de sus hijos o nietos fuera mi tatatararabuelo y, en ese caso, algo me tocará. ¿por qué voy a renunciar? Así que voy a apuntarme en la lista de descendientes por si la flauta suena. Y como no soy ambicioso, anticipo que con unos kilitos de oro y unas joyitas para algún regalo, me conformo.
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El tesoro de Alarico
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