Cataluña mide el poder de Podemos y Ciudadanos

Detrás de la cortina

Cataluña mide el poder de Podemos y Ciudadanos

Con las elecciones generales en el horizonte, los partidos emergentes siguen enzarzados en su particular batalla. En las primeras horas del 27 de septiembre, el día de las elecciones ‘plebiscitarías’ de Cataluña, dos ‘hashtags’ llamaban la atención en Twitter entre las ‘trending topics’ españolas: #ApoderadosCs y #CatSíQueEsPot27S. Y cada uno de ellos era un llamamiento al voto para las candidaturas, propia y patrocinada, de Ciudadanos y Podemos, los dos partidos emergentes. La red social más extendida entre los ‘treintañeros’ dictaba así una madrugadora sentencia con evidente proyección de futuro.

Pase lo que pase en los próximos meses, en los que aún queda otra cita con los comicios de capital importancia, los partidos que encabezados por Pablo Iglesias y Albert Rivera son las dos opciones políticas verdaderamente decisivas para la resolución de los retos actuales. Y van a seguirlo siendo a corto y medio plazo, a menos que se produzca un cataclismo que cambie por completo las tendencias de voto que marcan las encuestas hoy por hoy.

Es cierto que, los ‘morados’ han usado, en mi opinión, una estrategia completamente equivocada en Cataluña. Hasta el punto de perder, como ya he dicho alguna vez en este espacio, toda la ventaja inicial con la que partieron. Su ambigüedad y su miedo a definirse como una opción de izquierdas no independentista han relegado a la abstención a una gran cantidad de votantes, que hubieran optado por un partido así en este momento. El miedo de Iglesias, e Iñigo Errejón supuesto estratega, a enfrentarse abiertamente con la izquierda independentista les ha colocado en una posición complicada. De nuevo, su candidatura, esa Catalunya Sí Que Es Pot de la que hablábamos antes, se queda en un limbo de indefiniciones que hasta puede costarle a los ‘podemitas’ algún que otro voto en las elecciones generales.

Pero, tanto la CUP, como ERC y las figuras teóricamente progresistas que se han presentado junto a Artur Mas en Junts Pel Sí eran los verdaderos enemigos a batir por Podemos y los suyos. Incluida esa ICV de perfil bajo que se ha batido muy ‘poquito’ el cobre en la batalla. Los morados tendrían que haber dejado claro desde el minuto uno que los problemas de identidad nacional no pueden marcar nunca la prioridad de una acción política que se defina como progresista o tenga como objetivo final la mejora de las condiciones de vida de toda la población. Porque, en su propia esencia el nacionalismo es excluyente y basa su supervivencia en prometer un futuro mejor para unos en detrimento de otros.

De modo que atacar a estos presuntos izquierdistas que han subvertido el orden de los factores y colocado como prioridad la independencia de Cataluña en su ideario político era completamente necesario. Y, lo cierto, es que hace unos meses, en su primer ‘mitín’ catalán Pablo Iglesias lo hizo. Recriminó a la CUP por andar ‘tonteando’ con la ‘casta’ catalana y contribuir a que Convergencia pudiera construir con tranquilidad la gran cortina de humo independentista con la que ha logrado tapar casi por completo la corrupción acumulada durante años y años de gobierno.

Pero, poco después, dio marcha atrás y pidió perdón. Quizá ‘asustado’ ante las dificultades que podría tener para crecer allí, un partido nuevo y sin cuadros ni militantes o acuciado por la necesidad de empezar a tejer esa red de complicidades que le permitiera adquirir visibilidad entre unos colectivos tan polarizados y ensimismados con el problema artificial en el que se desenvuelven como las mareas ciudadanas y los activistas de esta región.

Y Podemos va a pagar cara está falta de coraje. Aunque todavía puede cambiar su situación y resurgir, sí asimila el error y se lanza a ocupar ese hueco vacío. Sobre todo porque en los próximos días, cuando los fuegos y las borracheras de euforia de la campaña se conviertan en humo tóxico y resacas, volverá a quedar claro para todos que la identidad del próximo presidente del Gobierno de España y el color de la mayoría parlamentaria que lo sustente van a ser dos elementos fundamentales para la resolución de todos los entuertos actuales.

E incluso sí Mas y la amalgama de ideologías e intereses que le apoyan ahora intentan mantener su actual unidad y multiplicar los gestos que alimenten la tensión en los próximos meses, Podemos tendrá que definir con mucha más claridad su posición si quiere consolidarse en España como una opción política con capacidad de influir en el Gobierno. Y, por supuesto, sin perder de vista a Ciudadanos. Esos compañeros políticos generacionales que están llamados a ser sus verdaderos enemigos, ahora y en el futuro.

Porque los ‘naranjas’ han sabido nadar a favor de la corriente en una campaña que les ha favorecidos desde el principio. Ellos sí que han definido perfectamente su espacio en este embrollo territorial, entre otras cosas, porque nacieron para ocuparlo, tras la deriva de ‘españolismo’ radical en la que se embarcó el PP y la inmensa empanada mental de los dirigentes de un PSC que siguen pagando todavía la hipoteca de aquel fallido tripartito. Para Albert Rivera, las circunstancias en las que se ha desarrollado está campaña han sido propicias, entre otras cosas, porque no ha tenido, en ningún momento, que enseñar la patita ‘neoliberal’ de su programa económico.

De modo que eso es lo que hay. Con un panorama que hará necesaria la negociación y exigirá pactos para conseguir mayorías de gobierno, determinar programas de acción y poner en marcha acciones para regenerar la democracia, Podemos y Ciudadanos siguen siendo la verdadera clave del futuro. Y, evidentemente, todos sus rivales lo saben. Ahora quizá sólo haga falta que los ‘morados’ y los ‘naranjas’ dejen atrás ese periodo de adolescencia política en el que aún parecen estar y completen su crecimiento. El que les va convertir en auténticas opciones de gobierno.

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