El aeropuerto de Castilla la Mancha costó al contribuyente 450 millones del ala. Curiosamente, que se sepa no hay nadie en la cárcel respondiendo de aquel despilfarro. Cualquier ciudadano que guarde unos ahorrillos –yo mismo que puede decirse que no tengo un euro– puede rebuscar en los bolsillos, pedir una ayuda a la familia y comprar un aeropuerto en España. Un aeropuerto de verdad, no de juguete, con pistas, torre de control, mostradores para hacer el embarque y cabinas para mostrarles los pasaportes a la Policía. Un aeropuerto ideal para hacer carreras y jugar al escondite por la terminal.
Ahí está, sin ir más lejos, el Aeropuerto Don Quijote, construido con grandes ínfulas y poco sentido en Ciudad Real que, como quien dice apenas se ha estrenado y ya ha sido vendido a los chinos, que ya sabemos que lo compran todo, por la módica cantidad de diez mil euros. Es, desde luego, un negocio redondo para el Gobierno autonómico, ejemplo de tantos como se hicieron una década atrás cuando parecía que el dinero sobraba.
El aeropuerto de Castilla la Mancha, que aspiraba a convertirse en alternativo a Barajas, costó al contribuyente 450 millones del ala. Curiosamente, que se sepa no hay nadie en la cárcel respondiendo de aquel despilfarro y falta de cabeza de quienes concibieron el proyecto. Claro que el aeropuerto Don Quijote no es ni mucho menos el único de esta especie que costó un pastón a los contribuyentes y ahora no sirven para nada.
Ahí está el de Castellón, convertido en terreno de pasto para las ovejas y recuerdo de la suerte en la Lotería de su principal promotor, el expresidente de la Diputación, Carlos Fabra. La diferencia es que Fabra resistió en libertad como gato panza arriba pero actualmente cumple una condena detrás de unas rejas. Algo es algo para que los nuevos y futuros políticos aprendan sensatez y honradez en la gestión pública.
Hay más casos de aeropuertos absurdos por la geografía española, que cuenta con más que la propia Alemania. Varios apenas tienen vuelos salvo alguno subvencionado por la correspondiente Comunidad Autónoma. Es decir, que además de no ser necesarios ni útiles siguen costándoles dinero a los contribuyentes. A ver si el ejemplo de Ciudad Real cunde y se ponen otros a la venta porque la verdad es que a mí me gustaría tener uno para fardar con los amigos. Por diez mil euros, el valor de un coche de segunda mano, merece la pena darse un capricho.
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Aeropuertos en saldo
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