El miedo reverencial

Opinión

El miedo reverencial

Durante dos años Elena de Borbón y Jaime de Marichalar han conseguido sobrevivir a la curiosidad de las comadres que todo lo comentan, pero ha llegado el momento de plantear el divorcio ante el juzgado y de pedir la nulidad en Roma. Aquí Elena de Borbón cae en la trampa de querer jugar a ser una señora tradicional y a la vez una chica moderna, y eso la Iglesia no se lo va a admitir de ninguna de las maneras. A efectos de Roma la infanta sería una adúltera si tuviera una nueva relación y se le negaría la eucaristía en la misa, algo que contraviene sus principios de mujer católica. Los expertos consultados dicen que mientras se mantenga divorciada puede pedir la comunión y serla ésta concedida de manera “misericordiosa”.

Por otra parte está la natural expansión sentimental que se produce en una mujer joven que tiene todo el derecho a borrar su pasado, tanto como el de rehacer su vida. Aquí se va a encontrar con los chicos de Rouco que le van a seguir su vida muy de cerca, a partir de ahora la infanta puede temer más a los paparazzi con sotana que a los que duermen en un coche a la espera de verla salir al colegio con los niños.

El recurso que le cabe ante Roma es alegar inmadurez en el momento del matrimonio, o miedo reverencial. En este caso lo tendría muy fácil porque sólo con enseñar una foto de su ex en patinete el tribunal entenderá que era un tipo extraño con mirada de jirafa. Un horror.
Dejando a un lado la resolución del Estatut cuyo lío está por ver, el otro gran tema es el divorcio de los duques que hasta ayer fueron de Lugo, y a partir de ahora lo serán de “Hasta Lugo”. Y que sea lo que Dios quiera.

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