Aguirre, que siempre se ha mostrado como un paladín contra la corrupción, tiene demasiados cadáveres en el armario como para poder ir por la vida con ese discurso de pureza. Tampoco quiere que sirva de precedente, porque aunque mi jefe celebra la llegada de nuevos partidos al ‘juego democrático’ Ciudadanos le huele un poco a chamusquina. Sin embargo, tras leer la entrevista que este periódico ha hecho al candidato de la formación de Albert Rivera a la Comunidad de Madrid, Ignacio Aguado, mi jefe se ha visto obligado a asentir: tiene razón.
Lo que ha dicho el de Ciudadanos, preguntado por casos de corrupción como el de Alberto Granados, es que Esperanza Aguirre es “o una incompetente o cómplice» bien por no saber o bien por consentir lo que hacía su mano derecha en la región madrileña; acciones por las que Granados ha terminado entre rejas.
Mi jefe opina de manera similar. Aguirre, que siempre se ha mostrado como un paladín contra la corrupción de su propio partido y contra ese mal endémico en general, tiene demasiados cadáveres en el armario como para poder ir por la vida con ese discurso de pureza. La naturaleza de esos cadáveres, tal y como dice Aguado, se desconoce. Lo que es un hecho irrefutable es que el armario lleva mucho tiempo oliendo mal.