Ciudadanos y los pactos que carga el diablo

Detrás de la cortina

Ciudadanos y los pactos que carga el diablo

PP y PSOE confían en que los españoles opten por lo ‘malo conocido’ para mantener con vida al bipartidismo. Después de un par de días de campaña electoral, de nuevo la vergüenza ajena y el hastío se han instalado en buena parte de los ciudadanos. Sin remedio. El espectáculo es tan dantesco, como siempre y cada vez resulta más agotador enfrentarse una y otra vez a la falta de escrúpulos de la clase política española y a su nulo propósito de enmienda. Muchos hubiéramos esperado que esas grandes promesas de regeneración democrática enunciadas por todos tuvieran algo de cierto esta vez con la que estaba, y está, cayendo. ¡Que ingenuos podemos llegar a resultar!

Ya ven que no ha sido así. Ni mucho menos. A pesar de todo lo que ha sucedido en los últimos años y de la demolición de la confianza en la democracia que sistemáticamente han llevado a cabo tanto el PP como el PSOE, los dirigentes actuales de estos dos grandes partidos históricos siguen en lo mismo, en asegurar su supervivencia como maquinarias engrasadas para llegar al poder y repartir prebendas, favores y puestos entre sus leales.

Como apóstoles de ‘lo malo conocido’, el único elemento generador de todas sus críticas hacia sus nuevos competidores es demostrar que no son ‘trigo limpio’. Ya conocen la estrategia, por ejemplo, que los populares, y más de un socialista, han aplicado sistemáticamente contra Podemos, esa combinación de elementos en batiburrillo o macedonia que usa, por ejemplo, el gran Eduardo Inda en sus intervenciones de cada noche y que incluye dosis variables pero fijas de ETA, Venezuela y Juan Carlos Monedero. Una nueva versión del ‘Y tu más’, ahora transmutada en ‘Y tu peor’.

Por el momento, aunque con matices, Ciudadanos, el partido de Albert Rivera se libra de este fuego graneado. Pero quizá no estén tan a salvo de las bombas dialécticas como parece. Los ‘naranjas’ son la bisagra que asegurará la permanencia del sistema y la formación política favorita de los grandes para cerrar pactos de gobierno que aseguren su permanencia en las instituciones. Aunque la velocidad a la que han tenido que montar su nueva estructura promete más de una sorpresa desagradable a medio plazo.

Parecen ‘nuevos’ si uno mira sólo a la superficie. Tienen un líder con pinta de buen chico y pico de oro a partes iguales, un programa económico a la medida de las élites neoliberales en el que prometen pocos impuestos y aseguran más precariedad laboral de la que ya tenemos y un montón de políticos antiguos, veteranos y con el colmillo retorcido que han nutrido sus candidaturas apresuradas. Lamentaré llevar razón, pero la semilla del transfuguismo y los ‘enjuages’ de todo tipo está plantada y bien plantada en casi cada una de las candidaturas que el partido naranja concurre a estas elecciones locales y autonómicas.

Así que vamos a tener un verdadero festival de pactos endiablados con Rivera y los suyos como protagonistas. Primero porque, no deberíamos engañarnos esta vez, Ciudadanos está para lo que está. Para ser una herramienta útil que asegure gobiernos estables y sin ideología. O mejor dicho, obedientes ejecutores del libro de instrucciones escrito por los responsables intelectuales del pensamiento político único que nos domina.

Tal vez convendría estar atento a las alianzas que van a formarse tras las elecciones en algunos ayuntamientos catalanes. Quizá estos chicos que han conseguido materializar el sueño de algún notable banquero que reclamaba la aparición de un ‘Podemos de derechas’, forjen más de un pacto, y más de dos, con las fuerzas independentistas contra las que habían luchado con denuedo durante una década. Según para quién, cualquier cosa puede ser preferible a que los desarrapados de Podemos, o movimientos sociales asimilados, tomen el poder municipal en enclaves importantes.

Pero eso será lo de menos, aunque va a resultar muy vistoso, desde luego. La diversión no parará ahí. Muchos de los nombres de las listas de Ciudadanos, de las que hablaba antes, permiten augurar un verdadero baile de concejales y diputados autonómicos durante toda la legislatura que viene. ¿Qué me dicen por ejemplo de esos alegres muchachos que se han pasado de UPyD al partido naranja siguiendo alegres el ritmo de unas encuestas que vaticinan cargos y poder para muchos? ¿O de los ‘rebotados’ del PP que son legión? ¿O de la conexión Púnica con el Valdemoro ancestral de Granados y Marjaliza presente en la candidatura del partido a la Comunidad de Madrid?

Ya llama la atención que los naranjas hayan tenido que contratar a una agencia de detectives, según publicó la prensa no hace mucho, para evitar que se les cuelen indeseables en las listas. Pero no hay ‘huelebraguetas’ suficientes para hacer el trabajo en un partido donde casi cada militante es candidato por causas de fuerza mayor. Sobre todo porque si, finalmente, las actuales expectativas no se cumplen y Rivera y los suyos no son tan necesarios como parece para asegurar la formación de mayorías, esta formación política va a correr el riesgo de disolverse como un azucarillo en tiempo récord.

Y no. No pasará lo mismo con Podemos. Tal vez el triunfo no llegue tan pronto como algunos esperaban. Y sí, también es posible que más de un arribista especializado en arrimarse al sol que más calienta huya despavorido si no llegan los resultados que esperaba. Pero este partido ha venido para quedarse. La necesidad de un cambio sigue existiendo y, mucho nos tememos, puede acrecentarse aún más en los próximos meses si las urnas generan una nueva decepción.

Y, contra lo que algunos sostienen, el ejemplo de Andalucía si es un buen precedente. Sobre todo porque más tarde o más temprano, Susana Díaz tendrá que explicar cuáles son sus verdaderos motivos para no cumplir las tres condiciones que le ha puesto Podemos a cambio de su apoyo. ¿Tan difícil le resulta mandar al paro a unos cuántos asesores y altos cargos? Al parecer sí, porque le bastaría con hacerlo para alcanzar la presidencia de la Junta. Y, de momento, prefiere no hacerlo por lo visto.

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