La tensión entre Atenas y Berlín ha crecido exponencialmente en las últimas semanas. Pero mi jefe opina que mientras entretienen a la gente por debajo de la mesa se estrecharán la mano. Sólo sé que no se nada es la frase que muchos, abrazando una postura honesta, podrían presentar como carta de presentación cuando se les pregunta por Grecia. Como lleva sucediendo desde los comienzos de la crisis del euro, se escuchan ecos, montones de ecos, pero poca información concreta.
De las pocas cosas que se conocen con certeza sin haber abordado el tema en profundidad destaca el ‘affaire Varoufakis’. Es decir, el deslumbramiento que el actual ministro de Finanzas griego genera en tantas y tantas personas –griegas y periféricas en general-, por un lado, y la animadversión que genera en Berlín, y concretamente en el Ministerio de Finanzas germano, por el otro. (Sí, el que comanda Wolfgang Schäuble, para entendernos.)
Mi jefe dice que este ruido, ya habitual en esta crisis del euro, es el despiste al que nos ha acostumbrado Bruselas. En plata: que mientras Schäuble lanza exabruptos contra Varoufakis y éste se abanica con el sarcasmo persa, mientras todos piensan que se odian, por debajo de la mesa llegará el apretón de manos. Del que, obviamente, nos enteraremos tarde.
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El ‘affaire Varoufakis’ y el ruido bruselense
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