Bocazas mayor del reino

Ébola

Bocazas mayor del reino

Lo de Javier Rodríguez tratando de escabullirse de responsabilidades en el desastre de previsión y organización del ébola es de echar a correr por la chimenea arriba. Estos días el puesto de bocazas mayor del Reino está especialmente disputado. Nunca en nuestro país se queda desierto ni le faltan candidatos ilustres, ¡qué va! Pero estos días está más disputado que nunca, al menos que yo recuerde. Aunque lo de Cataluña parece larvado, ahí sigue Artur Mas, bien escoltado por Oriol Junqueras, listo para sorprender con alguna de sus lucubraciones mentales para ver cómo gana un día más de poder encerrado en el callejón en que se ha metido y hace tiempo que no sabe salir.

Pero ahí están como nuevas alternativas los millonarios de las tarjetas negras de Bankia. Hablan poco, pero no lo necesitan: los listados de sus gastos desorbitados y descontrolados en lo más inverosímil, desde putas hasta comida para perros, sin desdeñar viajes, restaurantes supercaros, ropa al por mayor, vinos para emborrachar a medio mundo, etcétera, etcétera, hablan por sí solos. ¡Qué barbaridad! Mejor ¡qué exhibición de deshonestidad, de falta de respeto a lo ajeno, a lo conseguido con acciones preferentes y tapado con aportación pública de todos los ciudadanos!

Sin embargo estos días el título hay dárselo por imperativo del sentido común, de los hechos y de la sensibilidad humana a Javier Rodríguez – nombre corriente, cuesta fijarlo pero no hay que perderlo vista – que todavía funge como consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid.

Lo suyo tratando de escabullirse de responsabilidades en el desastre de previsión y organización del ébola es de echar a correr por la chimenea arriba. ¿Cómo se puede ser tan borde, tan zafio, tan inoportuno, tan desconsiderado, tan insensible, tan…? iba a añadir tonto, pero no sigo.

Se me agota el espacio con la misma rapidez con que se me destemplan los nervios oyéndole recordar que él ya había llegado al cargo comido mientras en el hospital una mujer, que había arriesgado la vida para salvar la de otros, se debatía entre la suya y su propia muerte. Javier Rodríguez, quedémonos con su nombre y a ser posible su cara habiendo comido para cuando volvamos a verle en la “tele” cambiemos de canal. Ya nos ha revuelto bastante las tripas con sus ex abruptos y dislates a media España. O a más.

Más información