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Botella sin lágrimas

La reacción popular ante el anuncio de Ana Botella de que no concurrirá a las próximas elecciones municipales ha sido unánime; unánime en la indiferencia. Los observadores de la calle madrileña coinciden en que no han visto llorar a nadie ante un futuro municipal sin Ana Botella en la Alcaldía. Botella, seguramente inspirada en su decisión con harto dolor desde la calle Génova, anunció que se retira, que no concurrirá a las próximas elecciones municipales, y la reacción popular ha sido unánime; unánime en la indiferencia. Quien más quien menos esperaba que una noticia así cabrearía y/o entristecería a la extrema derecha, que todos los indicios parecen recordar que aún queda en la capital y que mira por sus intereses como en los mejores tiempos de ese pasado cavernícola que no termina nunca.

Pero, no. La extrema derecha no ha tenido ni un mal gesto, quizás porque sabe que la candidata o candidato del Partido Popular para sustituir a Ana Botella no saldrá precisamente de las filas de Podemos. Será, están seguros, alguien de orden y de estaca y tente tieso contra quienes se tomen muy en serio el derecho democrático a protestar contra los recortes en educación o sanidad. En este sentido sospecho que quienes están más tristes son algunos activistas de izquierdas que a la chita callando se frotaban las manos ante el descalabro que hubiese sufrido la derecha con Ana Botella encabezando su lista.

Habrá que ver ahora qué compensación recibe Ana Botella por haberse plegado a renunciar a sus aspiraciones sin echar las patas por alto. Porque en la calle, o mejor a la puerta de su reingreso como funcionaria, sus compañeros de partido no la ven ni la van a dejar. Además, siendo como es la esposa de quien es, con quien una persona como Mariano Rajoy no volverá a tener una amistad estrecha pero tampoco a protagonizar una ruptura política de esas que se transforman en ruido y dan pasto y morbo a la opinión pública para especular, tampoco. Habrá que esperar. La alcaldesa promete agotar los meses que le quedan de mandato y mientras tanto las calles de Madrid seguirán sucias, el aire contaminado y las ramas de los árboles continuarán amenazando nuestras cabezas, quizás una táctica para que no pensemos.

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Botella sin lágrimas

Diego Carcedo

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