Y no me equivoco si también sus adversarios o enemigos debían inclinar la cabeza ante su ejemplo de austeridad como gobernante. Caso único en la historia reciente de nuestro continente donde políticos de izquierda, derecha o ambidextros le restriegan en plena cara a los pobres las opulencias del poder.
Algún “pacifista” le podrá reprochar su pasado “terrorista” con los Tupamaros, pero en verdad, no llegará muy lejos. Ninguna revolución es color rosa.
Años convulsos y de guerrillas por doquier en Latinoamérica bajo la influencia de la revolución cubana. Una de las tantas consignas hoy casi olvidada: “a la violencia reaccionaria, la violencia revolucionaria”.
Fue durante la inauguración de un Festival del Nuevo Cine Latinoamericano en La Habana hace dos o tres años, que dicho sea de paso ya no es tan nuevo, la premier de un documental dedicado a la vida de Pepe Mujica y realizado nada más ni nada menos que por un cineasta serbio.
Recuerdo, como si lo estuviese viendo ahora mismo, que la gente soltó carcajadas y aplaudió en uno de los cines más grandes del mundo en los años 50s, el ahora Karl Marx, cuando el protagonista habló de sus años de guerrillero urbano con los Tupamaros y se referió a pasajes en los asaltos a bancos para financiar la revolución.
Jamás dilapidó un céntimo de su organización MLN-T ni del erario público cuando fue presidente de Uruguay entre los años 2010-2015. Ni se atrincheró en un palacete o mansión presidencial ni rodó un blindado de lujo. Su casa de siempre y el auto escarabajo le acompañaron hasta el final.
Como reclamara el poeta ruso Mijaíl Lérmontov (1814-1841), Pepe Mujica es un hombre para “recordar con buenas palabras”. Preguntarles a otros en fila de similar postura política si estarían dispuestos a seguir su ejemplo en el modo de vida, transparencia y apoyo a las humildes mayorías.