“En la sanidad no hay colaboración público-privada, sino parasitación público-privada”

Entrevista a Javier Padilla

“En la sanidad no hay colaboración público-privada, sino parasitación público-privada”

Entrevista a Javier Padilla, médico madrileño y autor del libro ‘¿A quién vamos a dejar morir?’, plantea múltiples debates sobre la salud del sistema sanitario.

Javier Padilla

¿A quién vamos a dejar morir? No es una pregunta fácil de digerir. Menos si sale desde la boca de un profesional sanitario. Pero Javier Padilla, médico de un centro de salud y que esta semana ha estrenado el libro ‘¿A quién vamos a dejar morir? Sanidad pública, crisis y la importancia de lo político’ (Editorial Capitán Swing), no rehuye ir al choque ante este tipo de preguntas.

El libro -bien trabajado, con numerosas fuentes y de fácil lectura- es un recorrido por las dificultades, los agujeros y retos de la sanidad pública: desde la universalidad hasta el avance de la privatización. “La sanidad no se juega en tener un hospital a media hora de casa”, señala el autor recordando que este derecho se batalla “en los barrios” o en la “lucha contra la precariedad”.

Además, Padilla, en esta entrevista a EL BOLETÍN, alerta de los intentos de “paulocoelhizar” la sanidad para alejar cualquier atisbo de reforma. Y, precisamente, su discurso sí que se distancia de las frases que podría soltar el famoso escritor brasileño si en vez de escribir fuese consejero de Sanidad.

“Los que usan la sanidad en el debate político son populistas de mierda”. Esto ha dicho esta semana el alcalde del PP de Sanxenxo, Telmo Martín, por las críticas a la situación de la sanidad gallega. Precisamente tu libro reivindica la acción política en la sanidad, ¿eres un “populista de mierda”?

[Risas] Populista de mierda no sé. Populista desde el punto de vista de tratar de generar discursos que tengan capacidad para que el pueblo se mueva hacia un fin determinado que sea el beneficio colectivo, sí. El de mierda ya tendrá que valorarlo el alcalde de Sanxenxo.

Siguiendo con el alcalde de Sanxenxo, también recomendó “viajar más por el mundo para valorar el sistema sanitario español”. ¿Qué se pretende con este tipo de frases?

La mayor herramienta de cambio del sistema es valorar lo que tenemos y que gracias a lo que tenemos, podemos mejorarlo. Tenemos retos muy importantes tanto a nivel de recursos humanos como a nivel de conservar la universalidad o el acceso a medicamentos.

Está claro que tenemos un sistema sanitario del que enorgullecernos dependiendo con quién nos comparemos, pero esto no tiene que ser una forma de apaciguar nuestras ansias de mejorar.

En cada debate sanitario que surge en un parlamento, la salida a las críticas es presumir de la posición que tiene el sistema sanitario español en los ránquines. ¿Con estas respuestas se busca frenar cualquier tipo de cambio o incluso cambiar el modelo de negocio de la sanidad?

Intentar poner delante de cualquier propuesta eslóganes relacionadas con el mejor sistema de sanidad del mundo en realidad lo que supone es un freno a cualquier tipo de mejora. Luego también esconde cosas muy gordas que hay que prestar atención. Por ejemplo, España tiene una gran esperanza de vida pero la esperanza de vida saludable a partir de los 60 años es muy del montón: vivimos muchos años pero la vida que tienen esos años no es tan buena. Ahí tiene que actuar el sistema.

Tenemos un sistema sanitario bueno porque los grandes números como la cobertura poblacional con bajo gasto por habitante hacen nos saquen muy bien en la foto. Luego cuando bajamos a números muy concretos de cómo influye el sistema sanitario en los resultados en salud de la población la cosa empieza a tambalearse.

El otro día en Instagram me saltó un anuncio de UberEats y la web Frutas Prohibidas con un eslogan muy concreto: “La reforma de la sanidad comienza en tu comida no en La Moncloa”. ¿De verdad empieza ahí o estamos ante otra frase para despolitizar?

Está claro que la alimentación tiene una influencia en la salud, pero llevar esto a los hábitos individuales de vida es una trampa.

¿Sería dar un paso más en individualizar?

Claro. Somos herederos en salud de un discurso que nos intenta convencer de que las decisiones que tomamos son meramente individuales y que no son cuestiones relacionadas con cuestiones políticas.

Que los barrios pobres tengan una mayor densidad de lugares de alimentación mal sanas o que acceder a frutas y verduras a precios razonables es más difícil para personas de rentas bajas es una decisión política. No es una decisión individual y sobre todo no es una decisión en la que UberEats tenga que enorgullecerse cuando son empresas que precarizan el trabajo y que seguramente el impacto que tenga sobre la salud de sus trabajadores será mucho mayor de los que creen que van a patrocinar.

¿Crees que este discurso con este tipo de eslóganes está calando en la sociedad?

Hay una ‘paulocoelhización’ del discurso sanitario que sin duda es hegemónico en sectores muy concretos del arco parlamentario. El discurso del mejor sistema sanitario del mundo es el que coge siempre el partido que está gobernando porque es el verdadero escudo.

Una de las cosas que comento dentro del libro es que dentro de esas ideologías que hay detrás de los discursos de salud hay una principal que es su tendencia a la individualización. No hay ninguna mejora de la salud poblacional que se haya llevado a cabo a través de discursos individuales en salud. Las grandes mejoras de la salud como puede ser la higiene de las aguas o las infraestructuras urbanas son todos, todos gracias a mejoras colectivas. Ninguna ha llegado porque yo ahora decida comerme tres manzanas en vez de una hamburguesa del McDonald’s.

Hablando de alejarse de individualismos, en una frase del libro hablas de que “la salud se juega en los barrios, en las movilizaciones donde se lucha contra la precariedad laboral”. ¿A qué te refieres?

Es sobre todo en saber que la salud no se juega en tener un hospital a media hora de casa. Principalmente es que en los entornos donde vivimos sean saludables. No podemos tener vida saludable sin estos entornos.

Estuve durante unos años trabajando en Parla (Madrid) y el trayecto que hacía desde el Cercanías hasta el centro de salud estaba plagado de casas de apuestas y de lugares de comida basura. Sin embargo, mi pareja estuvo trabajando durante un tiempo en Príncipe de Vergara (Madrid) y alrededor había sitios de comida ‘healthy’.

Ella podía ir andando al trabajo, mientras que la mayoría de gente con la que yo trabajaba tenía que coger el Cercanías y tardaban una hora. La conformación actual de las ciudades es contraria a tener una vida saludable.

En el libro se mencionas varios estudios sobre los efectos de la privatización como que en Reino Unido o Suecia se abren más centros sanitarios en áreas de mayor nivel socioeconómico. ¿Entonces por qué se sigue con este modelo?

Porque no son políticas basadas en la evidencia, sino en la rentabilidad o incluso en la fe de que el libre mercado va a poner un dispositivo sanitario en el lugar que más se necesita y no en aquel lugar donde va a lograr mayor rentabilidad.

Suecia y Reino Unido son dos de los espejos rotos en los que nos miramos para el sistema sanitario y allí se han descrito casos donde la densidad de centros era mayor en aquellos lugares donde las necesidades eran menores.

¿En Madrid se repite esta situación?

Si miramos la red de proveedores privados sí, pero afortunadamente la red pública trata de contrapesar eso. Sí es cierto que vamos con cierto retraso en la construcción y en la reestructuración. Si esto lo dejáramos al albur del mercado pues todos ya sabemos dónde se concentran el mayor número de clínicas de Quirón: Quirón Moraleja, Pozuelo… Y eso no es casualidad.

Después de la Marea Blanca y del paso atrás en la privatización dura, ¿se está ante otra forma de privatizar: la de por detrás, la de ‘dejar de hacer’, la de ‘dejar morir’ a los centros para empujar hacia la privada?

La principal amenaza para los sistemas sanitarios más que su desmantelamiento se encuentra en su pérdida de universalidad porque se va excluyendo, como vimos en 2012, a colectivos que se consideren desde el ámbito político no merecedores de esa asistencia.

Luego está claro que en el ámbito de la privatización el concepto que siempre aludo es el de tratar de desterrar lo de ‘colaboración público-privada’ y hablar más bien de ‘parasitación público-privada’.

Además se hace de una manera en la que no tienen que asumir ningún tipo de riesgo. Esa teórica transferencia de riesgos que mencionan economistas liberales sobre la privatización es mentira. No se da. Se ve en la Fundación Jiménez Díaz que cuando hay que rescatarles, se les rescata o cuando hay que ocultar ciertas cláusulas como que el dinero sigue al paciente cuando se va a la Jiménez Díaz pero no al revés.

Por lo tanto ya no es necesaria esa privatización dura y sí apuestan más por aprovecharse de lo público como dijo el consejero delegado de Fresenius.

Sí, dijo algo así como que ‘por mucho que les pueda sorprender, la rentabilidad de los ingresos públicos es mucho mayor que de los privados’. Al igual que el poder duro ha sido sustituido por un poder más blando donde ya no se estilan tantas dictaduras como sí ejercicios de poder más blandos, pues en la privatización sanitaria también están más relacionados con no invertir en infraestructuras para que esa prestación se haga desde el lado privado.

Y luego enarbolan el discurso de que al ciudadano lo que le importa es que le atiendan.

¿Pero no es un poco cierto que al ciudadano, sobre todo al menos comprometido políticamente, le da igual quién le atienda mientras se haga? ¿Se puede educar, entre muchas comillas, a ese ciudadano de que la gestión pública es importante?

Creo que los servicios públicos deberían tener un factor diferencial con los proveedores privados y es la capacidad que tiene la gente de participar de manera directa.

¿Por qué la gente va a tener preferencia por lo público si sabe que todo alto funcionariado tiene capacidad para que todos les paguemos un aseguramiento privado? Eso son políticas públicas.

¿Cómo interpretas que Madrid sea la región donde hay más seguros médicos o que en España se haya conseguido un nuevo récord de asegurados?

Hay dos explicaciones a groso modo: por un lado está que hay un alargamiento de las listas de espera en la pública y por otro que el modelo de seguros privados en España se conforma en torno al modelo ‘low cost’. Es decir, intentan llegar a la mayor parte de la población aunque sea con pólizas irrisorias y con coberturas mínimas.

Comentas este modelo ‘low cost’ para tirar precios y así atraer y robar clientes aprovechando el mal estado de la pública, ¿se está uberizando la sanidad?

El modelo sanitario privado es ‘low cost’ y ahora mismo a nivel internacional está uberizada en la cual no importa que te vea o no el mismo médicos, en la cual aspectos como la longitudinalidad están supeditados a la accesibilidad. La accesibilidad lo es todo: el aquí y el ahora.

¿La cifra de seguros privados aumentará o disminuirá?

Dependerá de las políticas que se hagan, pero la tendencia es al alza. Me sorprendería mucho que bajara en la Comunidad de Madrid en esta legislatura.

En tiempos de tener que condenar la violencia, ¿deteriorar la sanidad pública es una forma de violencia?

Datos para que reflexione el alcalde de Sanxenxo y su discurso de no politizar, ¿no?

Hay que politizar mucho las decisiones estrategias en la sanidad. No podemos pasarle el barniz blanqueador de la despolitización y la tecnificación a conceptos tan básicos como la universalización de la asistencia sanitaria.

Siguiendo con las estrategias, en un capítulo comentas que la sanidad pública es un ejemplo de ‘too big to fail’, ¿crees que este pensamiento existe entre los políticos que gestionan el sistema sanitario?

El sistema es ‘too big to fail’ porque a día de hoy sería impensable una fractura total sin que fuera rescatado. No solo por lo que supondría a nivel de salud, sino a nivel de estimulación de la demanda por lo que generan los propios trabajadores. En muchos lugares el sistema sanitario es una de las mayores empresas de generación de empleo. Es un aspecto muy reseñable.

El sistema es ‘too big to fail’ porque además ejerce un papel de tranquilizador social: es una de esas cosas que nos hemos dado en los últimos años para generar cohesión. Incluso las rentas altas que no utilizan el sistema público también piensan que debe existir como apaciguador social. Les interesa.

Una de las propuestas de Vox en las últimas generales fue la posibilidad de que el que tenga un seguro, pueda descolgarse del sistema público con deducciones o rebajas.

En un ejercicio de ciencia ficción o no, ¿se puede dar esa ‘revuelta’ de los asegurados para saltar del barco de la sanidad pública?

Hay que ser conscientes del porcentaje de población que representan este tipo de opiniones tremendamente clasistas y excluyentes. Creo que es un porcentaje reducido, pero que es el mismo que podría decir que si él usa el coche, por qué tiene que financiar el transporte público.

Luego hay que tener en cuenta que muchas de esas personas y muchos de esos partidos que se llaman constitucionalistas, al llevar a cabo de iniciativas de este tipo, van en contra de la Constitución. Hay que señalarlo.

En el libro mencionas que “se explora menos a los pacientes de renta baja”, ¿es verdad?

Cuando hablamos de desigualdades sociales, tenemos que hablar también sobre éstas dentro de la consulta. Tenemos que hacer ejercicios de autocrítica, que no son señalamientos individuales ni nada de eso. Basta con repasar la literatura disponible y dice que tendemos a prestar una asistencia sanitaria más cercana, más completa y con mayor tiempo en personas que tienen un nivel educativo y de renta más elevado. Eso es así.

¿Nos sirve para señalar? No, nos sirve para reconocer nuestros sesgos para cambiarlo. Negarlo no es una solución.

También escribiste que tal vez la única forma de tener atención primaria sea que desaparezca la Atención Primaria” para así repensarla, ¿es tan grave?

Hubo un boom con la Atención Primaria, pero sí es cierto que en la última década hay una deriva donde está más precarizada, más debilitada y sin capacidad de atracción.

¿Por qué interesa tan poco la Atención Primaria?

Porque no hay unas condiciones materiales para que a la Atención Primaria, incluso en un periodo de crisis, no se la recorte. Por ejemplo, en el hospital ha llegado la crisis y la financiación se ha mantenido de una manera constante. ¿Quiere esto decir que los hospitales estén genial y naden en la abundancia? No, quiere decir que ellos tienen un capital tecnológico con una gran capacidad de atracción de inversión que no hay en la Atención Primaria.

La Atención Primaria necesita de una apuesta política para mantenerse, mientras la atención hospitalaria no porque el status quo hace que el dinero vaya hacia allá.

Estamos en un sistema en el cual hay un proceso de deshumanización entendida como un proceso de disminución de capital humano.

Humanizar, pero deshumanizando.

Sí, es humanizar sin humanos. La Dirección General de Humanización [que hay en la Comunidad de Madrid] se debería llamar Dirección General de Humanización sin Humanos porque es lo que está ocurriendo.

A raíz de los abucheos de médicos a Pedro Sánchez, ¿a quién abuchearía Javier Padilla?

Buena pregunta. [Pausa para pensar]. Yo abuchearía a todos aquellos que toman la decisión de no apostar de forma decidida por el sistema sanitario público. Abuchearía a quien excluye.

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