“No tenemos certeza de que ninguna pieza en Metro esté libre de amianto”

Metro de Madrid

“No tenemos certeza de que ninguna pieza en Metro esté libre de amianto”

Los empleados muestran cómo trabajan diariamente junto a elementos de la red que contienen el material cancerígeno y exigen más medidas para proteger su salud.

Trabajador sostiene una pieza que contenía amianto.

El suelo se divide en zonas rojas y verdes según se pueda pisar o no. Y las piezas, estructuras, vagones y desechos se dividen entre las que tienen una pegatina que avisa de que contienen amianto y las que no. En los talleres de Metro de Madrid esa pegatina no es una certeza: el retraso de 15 años en el desamiantado de la red ha generado un entorno en el que los empleados de la empresa pública y los de sus 750 contratas trabajan diariamente junto a piezas que contienen el material cancerígeno a pesar de que ya hay una muerte reconocida por la enfermedad que provoca, asbestosis.

“Ahora mismo no hay aquí ninguna pieza de la que tengamos la seguridad de que no contiene amianto”, explican trabajadores de Metro en una visita con la prensa al depósito 4 de Canillejas, un inmenso almacén y taller en el que trabajan unos 300 operarios del suburbano.

Desde que en 2003 las autoridades prohibiesen el uso del amianto hasta que la inspección de Trabajo destapó formalmente el inmenso problema de salud en Metro el pasado octubre han pasado casi 15 años.

“Esos 15 años hemos estado soplando, aspirando, lijando y manipulando piezas sin protección que ahora no podemos tocar”, explica Alfonso Blanco, oficial de mantenimiento de ciclo corto en la empresa pública, mientras sostiene un tipo de los 70 artilugios distintos en los que se ha hallado el material cancerígeno.

“Esta pieza antes la soplábamos con un tubo de aire, para limpiarla, sin mascarilla”. La asbestosis se produce por inhalación de minúsculas fibras de amianto que producen daños en los pulmones que devienen en cáncer.

Tras una muerte y otros cuatro casos reconocidos de enfermedad profesional, uno de ellos grave, Metro ha reconocido el problema y ha puesto un marcha un plan con el que pretende desamiantar toda la red suburbana madrileña en 2019. “Pero es imposible”, vaticinan los empleados.

Explican que aunque los modelos de trenes más afectados están siendo retirados (de la serie 2.000), siguen en circulación vagones con piezas que portan la etiqueta roja: “Cuando haya que repararlos habrá que sacarlos de la circulación, y sin esos trenes no se podrá dar el actual servicio en lineas como la 1, la 6 o la 9.

Los empleados denuncian que se hayan ignorado los informes que hace más de una década alertaban sobre el material, que “Metro no ha hecho sus deberes” y recuerdan que las consecuencias recaen en su salud: “Pedimos poder tener revisiones médicas completas y no cuatro radiografías que nos hace la empresa, porque no nos fiamos”, explican.

Sin almacén independiente

Van trasladando toda la información de que disponen, incluídos los numerosos requerimientos de la inspección de Trabajo que ya han sido notificados a Metro, mientras caminamos por el corazón de la maquinaria del suburbano. Llegamos a un lateral de la nave en la que se acumulan las piezas y estructuras en las que se ha hallado el material cancerígeno.

Pero no es una nave apartada, ni una dependencia aislada: es casi un pasillo bordeado con vallas de madera recubiertas de un plástico negro y tras las que se pueden observar los artilugios en cuarentena, que serán recogidos por la empresa Troya. Sobre el vallado improvisado un cartel de aviso en mayúsculas:

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