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Nicaragua como solía

El sueño de libertad en Nicaragua duró poco y nunca pasó de ser precario. El recuerdo de la dinastía represora de los Somoza se está olvidando ante la política del mismo corte que poco a poco ha acabado implantando el Gobierno matrimonial de los Ortega-Murillo. El cambio de Régimen y la guerra para librarse de la Contra prometían cambios sociales pero apenas cristalizaron en una democracia de mínima calidad. Todo lo contrario, el estado de bienestar no mejoró y las libertades pasaron fugazmente.

Un Gobierno revolucionario degeneró en una dictadurcilla encubierta. Los sandinistas han perdido enseguida su imagen romántica para dar paso a un Régimen al uso personalista. El antiguo héroe Daniel Ortega, que respaldado por su esposa Rosario Murillo – quien realmente es la que manda – se comporta como un caudillo caribeño sucesor del Tirano Banderas, del Señor Presidente y del Otoño del Patriarca que inmortalizaron Valle Inclán, Miguel Ángel Asturias y Gabriel García Márquez.

Ortega, que llegó al poder en olor de santidad revolucionaria, enseguida empezó a apuntar maneras. Sus colaboradores próximos, como el escritor Sergio Ramírez que una Legislatura dio lustre a su Gobierno como vicepresidente, enseguida intuyó sus intenciones y le abandonó, igual que antes lo había hecho Edén Pastora, el activista sandinista que más se jugó en el asalto al parlamento que mandó al exilio a Anastasio Somoza.

La libertad democrática se ve que le resultaba incómoda a Daniel Ortega porque tardó poco en sumarse al bolivarismo demagógico y, como se está viendo catastrófico, de Hugo Chávez, pero actuando siempre como el comparsa disciplinado del cuarteto Chávez, Correa y Morales. El resultado as elocuente: Nicaragua ni disfruta de libertades, ni goza de democracia completa ni ha mejorado el estándar de vida de sus habitantes.

Más de treinta muertos, según el histórico diario La Prensa, es el balance provisional de los primeros cuatro días de revueltas. Entre las víctimas de la fuerte represión ordenada por el Presidente, un periodista cuando se hallaba transmitiendo y un niño. Una emisora de radio en la ciudad de León fue incendiada. Los disturbios se extienden por todo el país y los llamamientos a la calma, desde la ONU hasta el Papa hasta ahora han sido inútiles.

Y mientras la tensión continúa. Daniel Ortega soporta las continuas acusaciones de somocista y para ratificar esta opinión generalizada ha recurrido a la movilización de las Fuerzas Armadas y a los viejos tópicos de la dictadura: Todo es fruto de una conspiración. El motivo de las protestas, un cambio en el sistema de seguridad social que obliga a pagar toda la vida a los afiliados, es una iniciativa legislativa puesta en marcha por el Gobierno rechazada lo mismo por trabajadores que empresarios.

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Nicaragua como solía

Diego Carcedo

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